Celsa mira a Francia y Estados Unidos a la espera de la SEPI
La firma metalúrgica contempla oportunidades de expansión en ambos países con la ayuda del fondo de rescate para empresas estratégicas
A pesar del golpe que supuso la pandemia, Celsa no abandona sus planes de expansión internacionales. El grupo siderúrgico acaba de iniciar la fase de pruebas del nuevo tren de laminación en el complejo industrial construido en Bayona (Francia), donde invirtió hasta 60 millones de euros. A la espera del oxígeno de la SEPI, el conglomerado de la familia Rubiralta logra buenas noticias en Francia mientras ve la oportunidad de crecer en Estados Unidos con el fin de los aranceles al acero procedente de Europa.
Desde la firma explican a Economía Digital que las pruebas del tren de laminación en el centro de Bayona comenzaron recientemente casi dos años después del inicio de la construcción, retrasada por culpa del coronavirus. Tras negociar con varias entidades, incluida la entidad pública Bpifrance, la compañía consiguió la financiación de la entidad austriaca Raiffeisen Bank.
Gracias a la nueva instalación, Celsa aspira a producir en territorio galo hasta 555.000 toneladas de productos laminados al año. Será de la mano de Intersig France, uno de sus principales clientes, que se ha comprometido a adquirir parte de los artículos que salgan de la planta gala.
En un país tan proteccionista económicamente como es Francia, contar con un socio local es siempre una ayuda a la hora de expandirse en un sector estratégico como es la producción de acero. Más si se adecua a los requisitos verdes exigidos por la Unión Europea en su lucha por limitar las emisiones de CO2.
«El nuevo tren de laminación supone poder elaborar productos acabados y acceder así a un mercado de productos de mayor valor añadido, que aportarán mayor capacidad de retorno y rentabilidad sobre la inversión», celebran fuentes de la organización.
De menor tamaño es hasta el momento la apuesta por Estados Unidos, aunque cuente el territorio americano con la oportunidad surgida del último acuerdo entre la administración Biden y la Unión Europa: el acero procedente del Viejo Continente ya no debe tributar un 25% de aranceles.
Celsa obtendrá unos ingresos de 5.200 millones de euros en 2021, casi 2.000 millones más que los del año anterior
Celsa tiene ya una pequeña delegación comercial en Miami, a la que ahora se le abre la posibilidad de ganar cuota en un mercado de hasta 3,4 millones de toneladas –la cifra que la UE podrá exportar a Estados Unidos sin aranceles–. Tendrá la ventaja de que la producción salida de Turquía, Rusia o China (más barata) sí deberá pagar impuestos para acceder al país.
La compañía catalana aspira así a vivir un 2022 que siga la tendencia positiva de 2021. La compañía estima que alcanzará los 5.200 millones de ingresos, casi 2.000 millones más que la cifra de negocio de 2020, un ejercicio marcado por la crisis sanitaria.
La progresión de los ingresos, que superarán holgadamente los previos a la pandemia, tiene tres claves: las políticas expansivas de la reactivación económica, el frenazo de China en los incentivos a las exportaciones siderúrgicas y la prórroga de las medidas de salvaguarda de la UE frente al acero procedente de Rusia.
Celsa está a la espera de la SEPI
Sin embargo, Celsa todavía necesita el rescate de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) a través del Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas; una ayuda que rondaría entre los 500 y los 600 millones de euros. El parón de la actividad causado por el coronavirus agujereó las cuentas de una empresa que, eso sí, ya tuvo que afrontar innumerables refinanciaciones durante la época de bonanza y que, a pesar de que siempre cumplió, ya estaba muy presionada por la banca.
En una reciente ronda de entrevistas, el presidente del grupo siderúrgico, Francesc Rubiralta, declinó ofrecer ningún detalle sobre la fórmula contemplada para obtener la ayuda. Según informó Cinco Días, la fórmula podría pasar por una inyección de 50 millones de euros por parte de la familia como muestra de credibilidad mientras el dinero público se utilizaría para pagar los fondos acreedores, que compraron la deuda a la banca tradicional entre 2018 y 2019.
Celsa es víctima del atasco que vive la SEPI desde el caso Plus Ultra, que retrasó el reparto del dinero por el revuelo originado alrededor de la aerolínea. Desde entonces, solamente se aprobaron algunos expedientes vinculados sobre todo a empresas turísticas, con poca capacidad de generar ingresos durante los meses fríos del año.