Casa Tarradellas pisa el freno antes del hachazo de Mercadona
El grupo alimentario eleva la facturación al ritmo del 3% hasta los 936 millones de euros, ligeramente menos que el 4% al que se expandió en 2017
Casa Tarradellas pisa el freno del crecimiento. La compañía alimentaria catalana cerró el ejercicio 2018 con unas ventas de 936 millones de euros, el 3% más que los 914 millones que facturó en 2017. Sin embargo, la cifra se incrementa a menor ritmo que el 4% al que la empresa se expandió durante el año anterior.
Casa Tarradellas, una de las compañías líderes en el sector de la alimentación en España, elabora la harina de sus masas en un molino propio a partir de trigo de agricultores de proximidad y más de la mitad de su carne procede de granjas propias y el resto de productores locales, según ha informado en un comunicado.
La empresa, que elabora pizzas frescas, espetec, loncheados (jamón cocido y bacon), masas frescas, patés y mixtos, instaló el pasado año 2.000 placas solares en el almacén de trigo que aprovisiona al molino propio en el que se elabora la harina para sus pizzas.
Este edificio, que cuenta con una capacidad de almacenamiento de más de 10.000 toneladas, supuso una inversión de 10 millones de euros y actualmente, con la superficie de placas solares, opera al 100 % con consumo fotovoltaico.
Las relación de Tarradellas con Mercadona
Queda por ver cuáles serán las cifras de Casa Tarradellas en 2019, el año en el que Mercadona dio un viraje a la relación con sus interproveedores. En enero, la cadena de supermercados abandona el contrato de exclusividad que tenía con 120 empresas que le nutrían de categorías completas de productos para igualar a los 1.400 subministradores que trabajan de forma individual, producto a producto.
La empresa presidida por Roig creó hace más de 20 años la figura del interproveedor: empresa que trabaja con un contrato de largo plazo y elabora una categoría de productos.
La empresa catalana, que proveía de pizzas y embutidos al gigante valenciano, no obstante, sufrirá ahora la llegada de nuevos competidores. La razón: en muchos casos, la exclusividad implicaba una relación tan estrecha que generaba una doble dinámica: si bien tenía garantizada la venta de los suministros, la empresa apenas tenía margen para vender a otros clientes.
Mercadona vio cómo la falta de flexibilidad tenía defectos, pues había productos que no estaban en sus estanterías por la falta de capacidad del fabricante. Por ello, hace tres años comenzó a introducir excepciones como la cerveza sin alcohol, encargada a Heineken.