Carles Puigdemont y Ana Pastor se cartean. El presidente de la Generalitat le envió una carta para pedirle comparecer en el Congreso para explicar su plan independentista, con el referéndum del 1-O convocado, y la presidenta de la cámara baja ya respondió que no existe esa posibilidad, sin votar moción alguna. La respuesta fue rápida, lo que tardó fue la carta de Puigdemont. En concreto, once días. La culpa, del mensajero.
El 16 de junio, la Generalitat anunció que había enviado una carta al Congreso para solicitar la comparecencia. Inicialmente, Puigdemont lo había rechazado, quería evitar ser el Ibarretxe catalán, muerto políticamente después de fracasar con su plan en el Congreso. Pero finalmente cedió a la presión y aceptó, pero poniendo condiciones: que la cámara no vote su plan.
Tras el anuncio de envío de la misiva, se empezó a preguntar cómo respondería Pastor, pero el Congreso se resistía a responder una carta que no había podido leer –al menos el original, que no había llegado–. Pasaban los días y seguía sin llegar, por lo que ambas partes empezaron a especular. Desde los sectores independentistas se acusó al PP de no querer diálogo, mientras en la capital española se dudó de las intenciones de Puigdemont y de si realmente la carta se había enviado.
Íñigo Méndez de Vigo, portavoz del Gobierno, incluso bromeó sobre si se había mandado o no vía mail. Carles Campuzano, portavoz del Pdecat en el Congreso, lo reiteró y llegó a calificar a España de “país subdesarrollado” si la carta no había llegado todavía. “Tenemos confianza en el servicio de correos. Es imposible pensar que no haya llegado, esto parecería un país subdesarrollado”, espetó.
El Pdecat dijo que solo en un país subdesarrollado podía tardar tanto una carta
Lo cierto es que la carta se envió, seguro, por correo ordinario. Llegó hace tres días, el martes 27 por la mañana, y lo hizo mediante una empresa privada de correo, según confirmó la cámara baja. Es decir, mediante Unipost, competidor de la pública Correos y de capital catalán, que tardó once días en hacer llegar la carta.
Unipost es propiedad de la conocida familia Raventós, presidida por Antón Raventós y dirigida por Pablo Raventós, y pasa por importantes apuros económicos. Competir con el antiguo monopolio de Correos es muy duro y lleva cinco ejercicios en pérdidas y debe 5,4 millones a Hacienda y unos tres millones a la plantilla, en pagas extras pendientes. Además, lleva un año fraccionando las nóminas cada mes para poder pagarlas.
El estado de salud de la empresa es tan precario que sus oficinas no cuentan con medios ni efectivos suficientes para hacer los repartos con rapidez. Fuentes conocedoras de la situación de la empresa explicaron que la carta podría haber tardado incluso más de once días, ya que hay zonas en las que solo se reparte una vez por semana, dependiendo del número de repartidores que haya en las oficinas. Por ello, la carta pudo haber llegado en cinco días, pero si no tocaba reparto en la zona, se quedó otros tantos días en la oficina.
Esto aclara las dudas. Ni unos ni otros intentaban frenar la respuesta, aunque todos metieron la pata con sus acusaciones. También ha quedado clara la mala situación de Unipost. La compañía ha declinado hacer comentarios.