Así soñó y cayó Transportes Ochoa
Una inversión millonaria para una planta de logística en pleno auge de la burbuja inmobiliaria supuso el comienzo del declive
A principios de 2008, cuando pocos sospechaban el estallido de la crisis inmobiliaria, Transportes Ochoa, la empresa aragonesa que se convirtió en la cuarta compañía de paquetería de España, ultimaba la compra de una nave industrial en Tarragona.
El inmueble fue equipado con modernos elevadores y maquinaria robotizada capaz de trabajar las 24 horas con una mínima supervisión humana. La nave, la instalación y los equipos tuvieron un coste de 20 millones de euros, inyección de recursos que la compañía pretendía amortizar con el crecimiento de los clientes que llegarían tras la mejora del servicio. Pero las previsiones no se cumplieron.
Mientras casi todas las empresas del sector alquilaban naves industriales, los propietarios de Ochoa optaron por comprar la nave en el máximo esplendor de la burbuja inmobiliaria. “Esos activos seguramente habrán perdido un 50% del valor de compra hace cuatro años”, explica un conocedor de la operación.
“Los hermanos Ochoa se han caracterizado por ser unos empresarios ambiciosos. Siempre le ha gustado acumular patrimonio. Esta estrategia inmobiliaria supuso el primer pinchazo de la empresa”, explica un ex trabajador.
Deuda elevada
La empresa, con una facturación cercana a los 90 millones de euros, elevó su deuda para aumentar su patrimonio. Hasta hace dos años, la deuda a corto plazo rondaba los 40 millones de euros, mientras que la de largo plazo alcanzaba los 90 millones, una cantidad equivalente a su facturación anual. “Pero la familia terminó registrando las propiedades fuera de los activos de la empresa, con lo cual protegían su patrimonio en caso de una quiebra”, explican fuentes cercanas a la compañía.
Desde la adquisición de su nave más costosa, Transportes Ochoa no ha aumentado la facturación tal como esperaba y el mercado se ha ido reduciendo. Con la acumulación de compromisos y un crédito mayoritario con el BBVA, los propietarios intentaron vender la empresa a precio de saldo sus competidores pero todos los contactados, rechazaron la compra. La acumulación de compromisos hizo aflorar las dificultades para pagar la nómina de sus 650 transportistas autónomos, que sufren retrasos de unos cuatro meses.
Tras la declaración de concurso de acreedores, entró en una etapa de supervisión judicial pero no ha podido normalizar las operaciones. “Los empleados acuden a trabajar, pero no se hace nada. Hay delegaciones como Valencia, Madrid y Córdoba que están completamente paralizadas. Los empleados seguimos en los puestos de trabajo porque no nos han dado la carta de despido”, explica un trabajador.
Ahora, competidores como Azkar, DHL y Seur han absorbido el mercado dejado por la compañía. Al tratar de reabrir, la empresa invitó a sus clientes a volver a confiar en sus servicios aunque no podía “garantizar los tiempos de entrega”. Desde ese momento, ya casi todos dan por hecho la liquidación de la compañía.