Applus transita al son errático del Deutsche Bank
Los fondos oportunistas acaparan acciones de la compañía catalana para apostar por su caída, del 32% en cinco meses
Mar de fondo en Applus Services (Applus ), la multinacional española con sede en Barcelona dedicada a los servicios de inspección y certificación para industrias del automóvil y de la energía.
Cuando hace cinco meses salió a Bolsa, con una ampliación de capital incluida de 300 millones de euros, nada hacía pensar que algunos de los inversores de referencia iban a dejar tan rápidamente de confiar en el grupo controlado desde hace siete años por Carlyle, uno de los mayores holding de gestión riesgo del mundo.
Minusvalías latentes
Pero lo cierto es que así ha sido. Y los 155 inversores institucionales –los únicos que pudieron acudir a la salida a Bolsa– que han mantenido la posición están comprobando cómo las minusvalías latentes son ya del 32%.
Es el caso del Gobierno de Singapur, que ha visto cómo aquellos 116 millones de euros que pagó para acaparar el 6,15% de las acciones de Applus y convertirse en el segundo máximo accionistas tras CEP III, la sociedad luxemburguesa controlada por Carlyle, se han reducido a 78 millones. La causa, que el precio de la acción, que inició su cotización a 14,5 euros el pasado 9 de mayo, bajó por primera de los 10 euros el pasado viernes, para cerrar en 9,86.
Compras y ventas especulativas
Las razones de estas bajadas hay que buscarlas en las constantes operaciones realizadas por el Deutsche Bank y el Crédit Suisse entre mayo y septiembre –seguramente en las últimas semanas ha realizado alguna más– y aquellos otros inversores que han optado por la misma estrategia de especular al máximo con este valor.
Si se observa la evolución registrada se puede comprobar cómo la entidad germana entró en Applus con el 3,64% de su capital el 9 de mayo, el día de la salida a Bolsa, para vender casi un millón de acciones cuatro días después, volver a realizar sendas compras, en junio y julio, hasta hacerse con un paquete de 8,3 millones de acciones, y vender de nuevo el 3 de septiembre casi dos millones de títulos.
29 julio, punto de inflexión
Ese día las acciones de Applus cotizaban a 11,82 euros. Desde entonces han seguido cayendo en picado, hasta bajar del umbral de los 10 euros. Curiosamente, el punto de inflexión se produjo el pasado 29 de julio, coincidiendo con la presentación de resultados correspondientes al primer semestre.
A pesar de que su consejero delegado, Fernando Basabe –que se embolsó casi 10 millones de euros y recibió 345.000 acciones de la compañía por el éxito de la salida a Bolsa– se afanaba en señalar que los casi 6 millones de beneficios obtenidos, frente a los 72 millones perdidos un año antes, estaban en línea con las expectativas, los inversores no lo entendieron así. O no todos. Tras sus palabras se pusieron a vender títulos como locos. Nada menos que 3,5 millones que redujeron la cotización casi un 14%, de 14 a 12 euros, en tan solo un día.
Lucrativas posiciones a corto
Los restos de estas operaciones están siendo aprovechados por otro tipo de inversores que juegan a la contra, adquiriendo acciones de Applus para apostar por su caída. Fondos como Mas Investments o JP Morgan Asset Management han situado ya en 1,13% el porcentaje de acciones en posiciones a corto de la multinacional española de servicios y certificación. Y ese 30% de minusvalías les está, como aquel que dice, poniendo en casa con unos beneficios extraordinarios.
Echando un vistazo a las cuentas de Applus, los datos no dejan en mal lugar a Basabe cuando indica que “las tendencias que impulsan el crecimiento de nuestras líneas de negocio permanecen sólidas, y Applus está bien posicionada y con los recursos adecuados para beneficiarse de este crecimiento”, pero lo cierto es que las ventas se siguen produciendo y nadie sabe hasta dónde puede llegar la sangría. Y la gran incógnita por resolver, el papel que puede jugar Carlyle, su principal accionista, en toda esta historia.
Operación de manual
La de Applus es la típica operación de manual de las grandes empresas de capital riesgo. Una LBO (Leveraged Buy Out) o compra financiada por terceros, la diseñada por Pedro de Esteban –el hombre de Carlyle en España– perfecta. La misma que el fondo utilizó en 2006 para comprar Orizonia a Iberostar. Puso solo 157 millones de euros de los 847 en que se cerró aquella compra. Hace un año, Orizonia acabó en quiebra.
En el caso de la multinacional de certificación de servicios, en el verano de 2007 Carlyle se puso de acuerdo con CatalunyaCaixa y otras pequeñas cajas catalanas para comprar Applus por 1.480 millones de euros, incluida la deuda de 360 millones.
El fondo se quedaba con el 75% de la compañía, CatalunyaCaixa y el resto de cajas con el 17,5%, y un 7,5% que quedaría en manos de los socios que financiaban la operación, ya que el fondo solo puso 395 millones de euros. Los 1.085 millones restantes los puso un sindicado bancario de siete entidades, entre ellas La Caixa, CatalunyaCaixa y Bankia (entonces Caja Madrid).
Los antiguos accionistas encantados
Ni Aguas de Barcelona (Agbar) –entonces máximo accionista de Applus con el 53% de las acciones– ni tampoco Unión Fenosa ni Caja Madrid, los otros accionistas de referencia, pusieron reparo alguno a la operación. La jugada les salió redonda. Agbar, por ejemplo, recibió 542 millones por su 53%, con unas plusvalías de 210 millones.
El sindicado inicial fue refinanciado en noviembre de 2012 para finalmente, tras la entrada de capital procedente de la salida a Bolsa, ser parcialmente devuelto por parte de Applus, y constituyendo uno nuevo con otras 13 entidades por un importe de 850 millones en dos tramos con vencimiento único el 13 de mayo de 2019. Al finalizar el primer semestre, Applus ya había dispuesto de 735 millones.