De entre todos los conceptos con los que la mayoría de personas están familiarizadas, el préstamo es uno de los términos más comunes y conocidos a nivel global. Una acción que consiste, en resumidas cuentas, en la entrega de un capital con obligación de devolverlo entre dos partes, con unos intereses acordados de por medio.
En dicha operación, la entidad financiera, llamada prestamista, ofrece a un individuo o empresa, llamado prestatario, una cantidad de dinero previamente acordada, que deberá ser devuelta en un plazo previamente establecido, y con unos intereses también establecidos de forma previa. Sin embargo, más allá de este concepto general, entran en juego muchos factores en este sentido.
Los aspectos imprescindibles que componen un préstamo
En primer lugar, cabe destacar los actores principales que caracterizan cada uno de estos préstamos. Los dos aspectos fundamentales son la cantidad y el plazo, ya que indican el dinero que el prestamista brindará al prestatario, y también el tiempo que esta segunda parte tiene para devolverlo, en un plazo prefijado por contrato.
No obstante, el tipo de interés es el otro aspecto fundamental que hace acto de presencia en los préstamos, y que irá representado por un porcentaje de la cifra total a percibir. Además de esto, las cuotas en las que la parte que recibe el dinero debe abonar su devolución, así como las garantías de pago que puede ofrecer a modo de salvaguarda para el prestamista, son otros de los aspectos fundamentales que forman parte de un préstamo.
Sería casi imposible enumerar todos los tipos de préstamos que existen con las características que representan a cada uno de ellos, pero hay algunos que destacan por encima de otros. Empezando por los más habituales, los préstamos personales, que son aquellos que generalmente se destinan a cubrir necesidades personales, como puede ser la compra de un vehículo, la obtención de fondos para un viaje, para pagar la cuota de un servicio adquirido…
Se diferencian de este primer tipo los préstamos hipotecarios, que son aquellos destinados única y exclusivamente a la compra de una vivienda. Y se caracterizan por tener un plazo más largo y un tipo de interés más bajo que los préstamos personales, ya que, de no ser así, prácticamente nadie podría permitirse la compra de una vivienda.
Otro de los tipos de préstamos más habituales son los préstamos comerciales, que son, en resumidas cuentas, aquellos que sirven para financiar las actividades de una empresa a nivel financiero. Y otros de los más habituales son los préstamos estudiantiles, que son los que se destinan a la financiación de estudios superiores de cualquier estudiante, ya sea la universidad o un máster.