Unicaja-Liberbank: las claves de la ruptura (con Abanca en la sombra)
El dinero vuelve a tirar por tierra otro intento de concentración en la banca española, pero hay otros factores
Hace ya algunos años, el presidente de una compañía aérea me dijo una frase que no he olvidado con el paso de los años. Es definitiva. Concluyente cuando de economía se habla: “las cosas que no se arreglan con dinero acaban solucionándose con más dinero”. Me ha venido a la memoria después de que Unicaja y Liberbank dieran el martes por concluidas las negociaciones tendentes a una fusión que iniciaron hace ahora cinco meses.
¿Qué ha pasado? Que no se han puesto de acuerdo en el dinero, en lo que vale cada uno de los bancos. Valor y precio a veces se confunden. Fiasco para el Banco de España y el Banco Central Europeo.
Manuel Azuaga, presidente de la antigua caja de ahorros andaluza, ha seguido fiel a los principios de su antecesor, Braulio Medel, que siempre ha defendido que Unicaja es la más grande de las medianas cajas. Y por eso tenía que mandar en la entidad resultante claramente. Con un 60% de su capital. Y de ahí no se ha movido en ningún momento de la negociación. Desde el 12 de diciembre pasado.
El martes, ambas entidades enviaron sendos hechos relevantes a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) oficializando el fracaso. Y hasta en eso no utilizaron los mismos términos. Lo normal en estas situaciones. Liberbank se adelantó a Unicaja por unos minutos. En su comunicación habló de que “no se había alcanzado un eventual acuerdo en cuanto al reparto accionarial en la nueva entidad”. Ocho minutos después, a las 18:48 horas, con el mercado cerrado una hora antes, Unicaja prefería hablar de desacuerdo “sobre la eventual ecuación de canje de las acciones de ambas entidades”. Cuestión de matices.
Los negociadores de Unicaja y Liberbank
Jesús Ruano, director general Corporativo y de Finanzas de Liberbank, e Isidro Rubiales, responsable de Contabilidad y Control de Unicaja, han sido los encargados de negociar casi un imposible. Y lo han hecho con tacto, sin micrófonos. Pero con las líneas rojas que les habían marcado sus superiores. Manuel Azuaga no quería una fusión a cualquier precio. El 60% tenía que estar en manos de Unicaja.
Pero se ha encontrado con la horma de su zapato. Manuel Menéndez, consejero delegado de Liberbank, un hombre que llegó a la presidencia de Cajastur con 35 años y que simultaneó con la de Hidrocantábrico. Es un hombre hecho a sí mismo y uno de los nuevos valores de la banca española. No es dado a la defensa de posturas extremas, pero en esta ocasión no ha tenido muchas opciones.
A mediados del proceso de negociaciones, la llegada de Abanca al escenario, anunciando una posible opa sobre Liberbank que nunca llegó a formularse, enturbió las conversaciones. La decisión de Juan Carlos Escotet, presidente de Abanca, de juguetear con una posible OPA, obligó a la CNMV de Sebastián Albella a conceder un plazo improrrogable de diez días para oficializar la oferta. Pero no se hizo. Abanca se retiró del campo de batalla y sus posibles 0,56 euros por acción se evaporaron por arte de magia.
Estábamos a finales del mes de febrero y el mercado, los inversores en definitiva, empezaban a ver más luces que sombras en la operación. Ambas entidades salieron al paso para disipar rumores manifestando que las due diligence se habían actualizado a los resultados completos de 2018 y no a los del primer semestre. Y eso conllevaría algún retraso adicional.
Tanto Unicaja como Liberbank han protagonizado fracasos en sus intentos de fusión previos
Pero el mercado es terco. Y las cotizaciones seguían sin apostar por un futuro conjunto. Al final, el tiempo le ha acabado dando la razón. Los cinco meses de negociaciones se han saldado con una pérdida de valor de las acciones de un 11,6% en el caso de Liberbank y del 18,06% en el caso de Unicaja. Los títulos de Liberbank, que el martes cerraron a 0,3882 euros, llegaron a costar 0,47 euros el día en que se anunció la posible opa de Abanca.
El caso de Unicaja ha sido más claro. Su máxima cotización se alcanzó el 12 de diciembre y desde ahí todo el camino recorrido ha sido cuesta abajo, hasta acabar el martes a 0,975 euros desde su máximo de diciembre: 1.19.
Unicaja vale ahora 1.570 millones de euros y Liberbank, 1.200 millones. En una hipotética operación de fusión, Liberbank tendría el 43% de la entidad resultante y Unicaja, el 57% restante. A esta última los números no le salían. Y eso que tras la presentación de los resultados del primer trimestre se las prometían muy felices. Unicaja ganó 61 millones, un 9,1% más que en el mismo trimestre de 2018, y Liberbank sólo 21 millones, un 28,5% menos. Cara y cruz.
Es difícil señalar ahora un culpable. Hace diez días, Economía Digital advertía de que ni Unicaja ni Liberbank tenían mucha práctica en fusiones que hubieran salido adelante salvo las que dieron origen a sus respectivas marcas. Unicaja lo intentó con Caja Castilla-La Mancha y con Cajasur, pero sin éxito. Hace poco más de medio año concluyó la integración de CEISS.
Liberbank intentó que se uniera al SIP de Cajastur, Caja Extremadura y Caja Cantabria, su origen, la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), pero la operación saltó en pedazos en abril de 2011. También lo intentó en una macrooperación con Ibercaja y Caja 3 (Caja de la Inmaculada, Círculo Católico de Burgos y Caja Badajoz). Los resultados de los test de estrés que encargó Luis de Guindos, entonces ministro de Economía, aconsejaron no seguir adelante.
El hambre de Abanca
¿Qué puede pasar ahora? Se me antoja que Abanca no ha tirado del todo la toalla, como ha ido explicando Economía Digital Galicia. Su trayectoria es más integradora. Juan Carlos Escotet se ha quedado con el negocio bancario de Novacaixagalicia desde la ficha del Banco Etcheverría, una filial del banco venezolano Banesco, que el banquero con doble nacionalidad controla. Se lo llevó en subasta pública en 2013. Un año después cambió su marca por Abanca y en noviembre de 2018 se ha hecho con la filial española de Caixa Geral. Toca esperar.