Ribera admite en privado ante los empresarios que el Gobierno no cree en el MidCat
La ministra para la Transición Ecológica explica que el gasoducto no llegaría a amortizarse por el veto europeo a los combustibles fósiles en 2050
La construcción del gasoducto MidCat entre España y Francia por el Pirineo catalán es uno de los proyectos estrella en el despacho del Ministerio para la Transición Ecológica y también en Bruselas, pues la Comisón Europea se ha propuesto intensificar la interconexión gasística en la UE para resistir mejor amenazas como el corte de gas ruso. El Gobierno de Pedro Sánchez es el gran defensor de la infraestructura, pero su vicepresidenta Teresa Ribera no lo tiene tan claro y en privado admite sus dudas.
La ministra habló de nuevo la semana pasada sobre el MidCat para asegurar que no está descartado, pedir de nuevo a Francia que acepte su construcción y recordar a Emmanuel Macron que no es un asunto bilateral, sino que afecta a toda la UE. La Comisión Europea se ha manifestado favorable a su construcción y también ha hecho un llamamiento al Elíseo para que ponga el gasoducto en su lista de prioridades.
Sin embargo, Ribera no habla de la misma forma en privado. En algunos encuentros con empresarios, que le pedían que impulsara con mayor decisión su construcción, mostró claramente que en realidad no cree en esa infraestructura y no es una prioridad para el Gobierno porque supone invertir en fuentes de energías fósiles.
El motivo que les dio Ribera, según fuentes empresariales, es que el gasoducto tiene un periodo de amortización de 40 años, por lo que nunca llegaría a completarlo. En ningún caso estaría construido antes de 2025, mientras que la Comisión Europea ha fijado para 2050 el fin del consumo de los combustibles fósiles, como el gas y el petróleo.
Este argumento, según las mismas fuentes, podría esconder un rechazo simplemente ideológico, pues el mismo gasoducto puede usarse para transportar gas renovable más allá de 2050, por lo que, en ese caso, sí podría amortizarse. Lo que a priori no puede circular por esos tubos es el hidrógeno verde, elemento gaseoso que parece llamado a ser la gran apuesta de futuro junto con las fuentes renovables de electricidad.
Lo curioso es que las razones de Ribera son, en realidad, las mismas de Macron. El gobierno francés se opone al MidCat, y solo ha vacilado en esa determinación por la presión de Bruselas, porque tiene una apuesta clara por las energías renovables e invertir en gas va en contra de ello. Además, no sufre escasez ni tiene las preocupaciones de Alemania de cara al invierno.
En el fondo, pues, los gobiernos español y francés coinciden en su apuesta por las renovables –no hay que olvidar que el Ministerio de Ribera se llama “para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico”, no menciona la palabra “energía”–, pero el de Pedro Sánchez prima el interés europeo de incrementar la interconexión.
La propia ministra, de hecho, siempre que habla de energía lo hace para defender la transición hacia fuentes no contaminantes, pero incluso cuando se refiere a la construcción del MidCat y la ampara, a menudo termina recordando que la gran apuesta son las energías limpias y no las fósiles como el gas, por lo que ya siembra algunas dudas sobre la apuesta real por el gasoducto.
Un proyecto a medias que necesita 4.500 millones más
El proyecto del MidCat nació en 2005 e incluso se llegó a iniciar la construcción, pero se paró por la falta de interés gubernamental, especialmente ya entonces por la parte gala, y está estancado desde 2019. Se prevé que tenga 226 kilómetros desde Hostalric (Girona) hasta el municipio francés de Babaria.
La inversión estimada sería de 1.500 millones de euros para España, que sufragaría Enagás, y 3.000 millones para Francia, y tendría una capacidad de entre 7.000 y 9.000 millones de metros cúbicos anuales (bcm), aproximadamente el 2% del consumo europeo de gas. La intención es que empezara a estar operativo en 2025, pero el reloj corre y la decisión no parece aun cercana.