Bruselas deshace la reforma eléctrica de Ribera: ahora tiene seis meses para conseguir cambios

Las dos 'europas' se han vuelto a enfrentar en la gran reforma, y las ideas de España salen mal paradas por el momento

Teresa Ribera

La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. EFE/ Javier Lizón

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La Comisión Europea quería cambiar el mercado eléctrico del viejo continente, pero no transformarlo por completo. Sin embargo, el Gobierno español, liderado por la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, mandó una propuesta de máximos que suponía un cambio radical con ciertos aspectos intervencionistas que denunciaron algunas eléctricas. Finalmente, todo ha quedado licuado. 

Sin embargo, la batalla no está perdida, según los postulados que defendía el Gobierno español. Y es que, pese a que la reforma de debatirá en el seno del Parlamento Europeo, la posición española con su presidencia del turno del Consejo de la UE, puede influir a la hora de negociar o abordar ciertas reformas. Esa es la bala que siempre ha tenido en la recámara el equipo de Teresa Ribera. 

Porque la sustancia de su propuesta se ha deshecho por completo. Así, y de forma muy tajante, la Comisión Europea ha indicado que «la UE ha tenido durante más de veinte años un mercado de la electricidad eficiente y bien integrado que ha permitido a los consumidores aprovechar los beneficios económicos de un mercado único de la energía». La traducción es que el Bruselas no ven tan mal el actual sistema marginalista para ajustar precios y, tal y como han criticado los países del norte, la opción de intervenir el mercado no era viable. 

La CE defiende «medidas que incentivan los contratos a largo plazo con producción de energía no fósil y se aportan al sistema más soluciones limpias y flexibles para competir con el gas, como la respuesta de la demanda y el almacenamiento». De nuevo se necesita traducción. Bruselas quiere que los contratos por diferencia que proponía España, y que estarían controlados con precios fijos por un regulador, sean más flexibles y, precisamente, se negocien en el mercado. 

La propuesta de Bruselas también rechaza la puesta en marcha de precios regulados para la energía hidroeléctrica y nuclear, otra de las propuestas de España para abaratar los precios al considerar que estas infraestructuras ya están amortizadas desde hace tiempo. Además, Bruselas quiere obligar a los países a que los hogares puedan elegir entre contratos con tarifas fijas o variables y que puedan optar por las dos opciones para diferentes tipos de suministro. 

Una negociación sin fecha 

Al margen de las cuestiones técnicas y energéticas, que son la esencia -pero no lo único-, los tiempos de negociación juegan a favor de los intereses contrarios de cada país. Por ejemplo, en el caso español, la urgencia sería la mejor receta. Primero, porque quedaría todo listo durante su presidencia de turno, algo que encaja en las fechas sugeridas; y, por otro lado, porque todavía existe la crisis energética que influye en la toma de decisiones. 

Sin embargo, los países del norte, encabezados por Alemania, no tienen prisa. En 2024 se disuelve el Parlamento Europeo, puesto que hay elecciones, y eso detendría esta reforma. Por eso, y al contrario de lo que sucede en España, una negociación más larga haría que no exista tanta emergencia por una reforma tan integral del sistema.

Esta fase de debate será importante puesto que la propuesta de la CE es bastante ambigua y apenas centra los verdaderos problemas del mercado eléctrico. Es decir, desde Bruselas han forjado un documento de mínimos que, en los próximos meses, deberá tomar cuerpo de verdad para su transposición a todos los Estados miembro.

Y es que, pese a las buenas intenciones, queda por explicar cómo se desarrollarán factores clave como el almacenamiento, la influencia del gas en la formación de precios -con los diferentes mecanismos de capacidad-, así como la masiva irrupción de las renovables.

Raúl Masa

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