La industria cierra en cascada por el impacto de la guerra de Ucrania
Las grandes plantas españolas ya sufren la invasión: desde la subida de los precios de la energía a la escalada de las materias primas y la escasez de algunos materiales
Lo que la pasada semana era una sombra, esta semana se convirtió en una realidad. La escalada de los precios de la electricidad, con picos de hasta 700 euros el MWh, y la subida del coste de materiales como el acero, el níquel o el litio obligó ya a bajar la persiana a numerosas fábricas de España, incapaces de rentabilizar la producción con tanto gasto. Los grandes consumidores de energía fueron los más afectados de un listado que impactó hasta a Seat y las grandes marcas de automoción.
La inflación registrada en la segunda mitad de 2021 había convertido ya a la Unión Europea en un destino lleno de costes para fabricar. Y la guerra en Ucrania no hizo nada más que empeorar la situación. Así lo avisa el director general de la Asociación de Empresas con Gran consumo de Energía (AEGE), Fernando Soto: «La situación es caótica y catastrófica», explicaba hace pocos días en una conversación con Economía Digital.
De hecho, este jueves la Asociación de Empresas con Gran consumo de Energía (AEGE) y la Unión de Empresas Siderúrgicas (UNESID) advirtieron que se avecina una cascada de ERTEs y de recortes en la producción debido a la factura de la luz.
“Empresas como Acerinox, Arcelormittal, Celsa, Megasa, Ferroglobe y Siderúrgica Balboa ya han tenido que parar algunas de sus instalaciones y, de seguir esta deriva, se verán obligadas a poner en marcha expedientes de regulación temporal de empleo (ERTES) y posibles deslocalizaciones de producción, si la situación no se endereza en los próximos días. Otras empresas han comenzado ya a reducir sus producciones al mínimo permitido, como es el caso de Asturiana del Zinc”, señalaba el comunicado.
Por ejemplo, Arcelormittal anunció el miércoles el cierre temporal de la planta de Sestao (Vizcaya). El jueves añadió la acería de Gijón entre su red de fábricas que cesarán su actividad por la crisis de Ucrania. Será del 24 al 28 de marzo después de asumir que el precio de la electricidad actual es «inasumible».
Acerinox siguió su camino. Detuvo el negocio de acería en la planta de Los Barrios (Cádiz) y lanzó un ERTE para los 1.800 empleados que trabajan en el centro. Ahora está pendiente de cerrar la actividad de laminación en caliente y la de laminación en frío, los otros dos pasos de la cadena de la compañía.
El viernes, el coste de la energía cayó por debajo de los 300 euros el MWh por primera vez desde el 2 de marzo
Otra: Celsa admitió el martes que cesaría su actividad de fundición y apagaría los hornos eléctricos que tiene en España en las horas en las que no le saliera rentable mantenerlos en funcionamiento. La decisión afectó a los centros de Castellbisbal (Barcelona), Santander y Bilbao, los tres en los que la compañía de la familia Rubiralta cuenta con este tipo de infraestructura.
La actividad en estas planas no se recuperó hasta el viernes, cuando los precios de la electricidad bajaron hasta los 284,58 euros/MWh. A pesar de ser un coste todavía alto, será un 23% más barato que el del jueves y casi la mitad de los 544,98 euros/MWh que se registraron el martes. El coste de la energía cayó por debajo de los 300 euros el MWh por primera vez desde el pasado 2 de marzo, según el Operador del Mercado Ibérico de la Electricidad (OMIE).
La energía y el gas no son los únicos motivos que tensionan las cuentas de la industria. A pesar de los aranceles impuestos por la Unión Europea, Rusia exporta acero y otros metales al continente. Con el estallido de la guerra, no sale un kilo de acero de ambos países desde la semana pasada. Y según explica un alto directivo del sector, los precios ya subieron entre un 10% y un 20%.
Además, en el sector del acero las productos se adquieren prácticamente mes a mes, por lo que la escasez no tardará en notarse en la compra de productos como coches o la vivienda. No habrá desabastecimiento, aseguran, pero sí una subida de precios. El acero procedente de ambos países es utilizado en países como Polonia o Alemania, que necesitarán los artículos de otros mercados. Al haber menos oferta y la misma demanda, el coste ya va al alza.
El automóvil ya sufre las consecuencias de la invasión de Ucrania
Las firmas automovilísticas fueron de las primeras en verse afectadas por el encarecimiento de las materias primas. Será el siguiente episodio de una crisis que viven desde hace ya dos años: primero por el coronavirus y luego por la falta de semiconductores. Así lo admitía el presidente de Seat, Wayne Griffiths, en una entrevista concedida a La Vanguardia este fin de semana.
«La guerra ya nos está afectando», lamentó el dirigente. Seat se queda sin motores para los coches híbridos enchufables como el Cupra Formentor, que ensambla en la fábrica de Martorell (Barcelona). «Es posible que tengamos que parar la producción o reducir turnos, tenemos que ser muy flexibles», señaló.
Además, el Cupra Born –el primer eléctrico de la firma– ha detenido completamente su producción debido a que se elabora en Zwickau (Alemania), en una de las plantas de Volkswagen que ha tenido que parar por la falta de piezas. El Seat Tarraco y el Seat Alhambra, que también se ensamblan en Alemania, también sufren retrasos.
El centro de Martorell está mejor protegido que las plantas alemanas del conglomerado debido a que en España se importan piezas procedentes de Marruecos, como los mazos de cables. Sin embargo, no sucede lo mismo con los componentes más tecnológicos.
La problemática no es exclusiva de Seat. Afecta de forma transversal a la mayor parte del sector. Rusia es también uno de los primeros productores de aluminio del planeta, otro de los componentes más utilizados en la automoción. Por ello, Stellantis anunció que suspenderá temporalmente la producción en la fábrica de Vigo dentro del plan de cierres iniciado por la falta de semiconductores.
Mientras, fuentes sindicales de Renault asumen que la crisis en el este de Europa agravará los efectos del ERTE que tienen vigente en las plantas de Palencia y Valladolid por la escasez de semiconductores.