La creciente precariedad laboral lastra la productividad de España

El 90% de los contratos que se firman son temporales y, de estos, la mitad duran menos de un mes

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Ya no son las pymes ni constructoras e inmobiliarias las que despiden sin cesar por la disminución de la actividad. Grandes multinacionales como Coca Cola o EADS se acaban de unir a la larga lista de empresas que reducen personal en España. En su mayoría, empleo de calidad y de carácter indefinido, ese que lleva el marchamo de convertirse en una especie en extinción.

Más parados que no casan con la aparente satisfacción de la que hacía gala hace unos días el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sobre los frutos que había empezado a dar su reforma laboral. Salvo que el objetivo buscado fuera el que se está consiguiendo, que trabajen menos, que lo hagan con carácter temporal y con salarios más reducidos. Si lo era, el éxito está siendo rotundo.

Empleo de ‘quita y pon’

Ya no se está destruyendo empleo, decía Rajoy. En términos cuantitativos, hasta puede que tenga razón. Pero, ¿qué futuro le espera a un país en el que los contratos firmados un día no existen, en muchos casos, una semana después?

Al final, con ese panorama laboral de repartos de jornada, reducciones de horario, moderación salarial y movilidad funcional lo único que se consigue es crear mucho empleo de quita y pon. Hoy lo tienes, pero mañana no. Ese que da lustre a unas estadísticas ficticias y aparentemente positivas –se firman muchos contratos, que es lo que cuenta–, pero que, a largo plazo, no sirve para aumentar la productividad porque el consumo se resiente.

Contratos temporales

Tan alta es la precariedad laboral por la creciente temporalidad que muchas de esas cifras comunicadas por los responsables de Empleo a comienzos de cada mes ya están desfasadas cuando son facilitadas, debido a que el 40% de los contratados ya habían sido despedidos.

Actualmente, más del 90% de los contratos que se firman son temporales, y de estos la mitad duran menos de un mes tras finalizar la obra y servicio o las circunstancias de la producción. Un fin supuesto, ya que al día siguiente el puesto que ocupaba el despedido vuelve a ser ocupado por otro trabajador, el mismo que será despedido un mes después, para seguir con esta espiral perversa hasta el infinito.

Reducir los salarios

¿Qué planteamiento de futuro se pueden hacer esos cerca de 600.000 contratados hace un mes que hoy vuelven a estar en el paro, y lo hacen ganando un 33% menos que un trabajador indefinido? Ninguno. Ni ellos ni las empresas que los contratan, que sí, evidentemente reducen los costes laborales, pero también menguan su competitividad.

En este maquillaje de los datos del empleo, el hecho de que cada vez haya menos población activa facilita sobremanera la reducción del número de desempleados. Así que, tal y como están las cosas, que en el último año hayan emigrado cerca de 300.000 personas –la sexta parte españoles y el resto extranjeros– viene como anillo al dedo. Y desde la patronal lo ven con regocijo, aunque, nunca del todo satisfecha, sigue reclamando una mayor moderación salarial  para incentivar la contratación de los que se quedan.

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