El club de fútbol más apalancado de Catalunya camina hacia una muerte segura
La Gramenet, ya sin jugadores profesionales, no puede hacer frente a sus obligaciones con Hacienda, la Seguridad Social y la banca
Los excesos de la época dorada y la mala gestión económica conduce al equipo de fútbol UDA Gramenet a su liquidación. Después de la huida de los jugadores profesionales y la renuncia de su último entrenador, el club de fútbol de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) afronta el momento más delicado de su historia con una deuda de unos 3,5 millones de euros.
Buena parte de sus socios, que esperan desde septiembre una asamblea para conocer la situación financiera del equipo y aprobar los presupuestos del próximo año, da por segura su muerte.
Las finanzas de la entidad parecen insalvables: con apenas unos ingresos de unos 70.000 euros anuales (además de la subvención municipal de 300.000 euros que pudiera terminar el próximo año) el equipo no puede hacer frente a los intereses de mora.
Su deuda con la banca, la Seguridad Social y Hacienda crece cada día, según explican ex miembros de la junta directiva pertenecientes al sector crítico del presidente, el empresario de la construcción Rafael Osuna. El club ha afrontado serias dificultades hasta para pagar servicios básicos como la luz y el agua.
La situación financiera es incierta, puesto que la actual junta directiva no ha presentado los números de este año. “Creemos que ya no habrá ninguna asamblea. Si el presidente nos convoca será para decirnos que se va o que declara la quiebra”, explica un ex directivo de la entidad. Buena parte de sus 300 socios optan ahora por cerrar el club y refundarlo.
Los excesos
El equipo se remonta a la presidencia del difunto Francisco Ortega, otro empresario de la construcción cercano al ex alcalde Bartomeu Muñoz, imputado en la operación Pretoria, el caso de corrupción urbanística que sacudió los cimientos políticos de la ciudad hace dos años.
Los despilfarros y la mala administración del club en una época de jugosas subvenciones marcaron el declive que comenzó con retrasos en los pagos de salarios y ha terminado con el descenso a tercera división, una huida de socios y las cuentas embargadas.
“Aquí un jugador que sólo marcó un gol en una temporada y media, Héctor Zaragoza, cobraba 8.000 euros mensuales, un auténtico despropósito para un equipo de Segunda B. Ahora sólo hay chavales universitarios que cobran, como mucho, 300 euros al mes y otros jugadores que se toman el fútbol como un pasatiempo”, explica otro ex directivo.
Tan sólo la posible venta de Javi Márquez, un jugador del Espanyol proveniente de la Gramenet, podía salvar al club de la quiebra. La entidad percibiría el 10% de la transacción. Pero la operación se resiste y la Grama sigue sobreviviendo, a duras penas, con respiración asistida.