Cajas: un toque de arrebato

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Bastó apenas un clic, el acto o la distancia que separa la idea de su conversión en norma de obligado cumplimiento, para que las cajas de ahorro que habían escuchado hasta entonces con absoluta displicencia las llamadas a la concentración corrieran como pollos sin cabeza a buscar con urgencia alguna SIP o lo que fuera a la que engancharse.

Cuando la semana pasada, finalmente, el gobernador del Banco de España dio el paso definitivo y ordenó endurecer las provisiones por insolvencias de los créditos morosos -que deberán estar cubiertos al cien por cien pasado el primer año- y las dotaciones por activos inmobiliarios en balance, que deberán ser del 30% cuando hayan pasado más de dos años desde su adquisición, las cajas más reticentes comprendieron que su ensoñación de independencia había llegado a su punto final.

Y más que las cajas, por llamar a las cosas por su nombre, fueron los ejecutivos y políticos que las controlan y dirigen, acomodados en buenos sueldos y en poltronas dotadas de varita mágica desde las que llevaban a cabo una intensa política clientelista pagada con fondos ajenos, los que tuvieron, finalmente, que entender que no iban a poder seguir disfrutando de sus cuantiosos privilegios como lo hacían hasta ahora.

Han caído del burro, a su pesar, pero lo han hecho tarde, demasiado tarde y falta por ver si lo han hecho bien. ¿Qué dirá ahora el excelentísimo señor Enric Vilert i Butxosa, presidente de la Diputación de Girona, representante de ERC, que torpedeó la integración de Caixa Girona en Unnim (Sabadell, Terrassa y Manlleu), porque la entidad bajo su control corría, según él, riesgo de diluirse, y sin embargo ha tenido que aceptar la integración en un gigante como la Caixa? ¿En qué estrategia de los directivos de Laietana estaba escrita la fusión fría a través de un SIP (Sistema Institucional de Protección) con Caja Madrid y otras tres bastante menores?

Ni unos ni otros han sido capaces de actuar con un mínimo de anticipación y diseñar ante la crisis un escenario de salida coherente con su supuesto proyecto de cajas. Ejecutivos de pacotilla, poco brillantes en la época de vacas gordas y desnudos de cualquier virtud en la de las flacas. Y, a pesar de ello, bien compensados y con un punto de prepotencia.

La absorción de Girona por la Caixa no tendrá demasiada historia, aunque supondrá necesariamente un ajuste mayor que otras opciones y tal vez una oportunidad para Unnim, y otras, de crecer en territorios donde por ahora no se lo habían planteado, como por supuesto en aquellas poblaciones en que la Caixa y Girona eran casi las únicas entidades abiertas.

Lo de Laietana es más complicado. Las fusiones frías tienen un punto de surrealismo y suponen ante todo un acuerdo para salvaguardar precisamente esos cotos de clientelismo que a través de la Obra Social, pero no sólo, las cajas han mimado como a la niña de sus ojos. Son una solución, parcial, pero no la solución. Como lo serán las cuotas participativas limitadas a una parte del capital. Un primer paso, pero sólo el primero de la serie. La reconversión necesaria debe continuar y sólo deberíamos ya esperar que aquellos que pongan palos en las ruedas deban asumir en algún momento sus responsabilidades. Como, por ejemplo, en Cajasur donde una gestión absolutamente ruinosa por parte de la Iglesia ha obligado a una intervención pública con el consiguiente coste económico y de prestigio.

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