Bankia-Sabadell: la fusión con la que sueña el BCE
Frustrada la operación Unicaja-Liberbank, la integración Bankia-Sabadell vuelve a cobrar protagosnismo
Hace apenas una semana, el Banco de España y el Banco Central Europeo se frotaban las manos pensando en la fusión que estaban ultimando los directivos de Unicaja y Liberbank. En una sola operación, se mataban dos pájaros de un tiro, dos posibles problemas futuros, si se quiere entender. Ninguna de las dos entidades tiene el tamaño adecuado para competir con garantías de éxito en un mercado destinado, con excepciones, a los grandes bancos.
Pero la fortuna no les sonrió. Hace uno pocos días, los consejos de administración de los dos bancos dieron por rotas las negociaciones que habían iniciado en diciembre de 2018 ante la imposibilidad de acordar una ecuación de canje de acciones que fuera aceptada por la contraparte. El tiempo dará o quitará razones, pero los analistas dan por seguro que, más temprano que tarde, ambas entidades están condenadas a integrarse en un gran banco.
Ahora las apuestas miran más alto. Miran a los grandes y tanto el Banco de España como el BCE verían con muy buenos ojos una concentración entre Bankia y Banco Sabadell. Es la mejor operación posible.
El BCE exige otra fusión en España
El Santander tiene bastante con digerir la compra del Popular hace ahora dos años. BBVA está más pendiente de Garanti, su filial turca, que de lo que pase en España. El tercero en discordia es Caixabank. Su nombre se ha asociado antaño con Caja Madrid y ahora con Bankia, pero no se han dado pasos hacia delante.
Y como quiera que cuando se rompe un proceso se abre otro, las apuestas han empezado a cruzarse. En España sobran bancos. Lo ha dicho por activa y por pasiva el Banco de España por boca de sus últimos presidentes; Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), Luis Linde y Pablo Hernández de Cos.
También lo ha dicho el BCE, que sueña, además, con alguna operación trasfronteriza que no termina de arrancar. Encargada de la tutela del sector financiero, la institución que presidirá hasta noviembre Mario Draghi quiere un mapa bancario más reducido, donde apenas queden tres o cuatro grandes entidades por país. Al estilo de Francia.
Pero, ¿por qué es tan necesario ganar tamaño? El cumplimiento de las estrictas normas regulatorias que rigen en la Unión Europea para evitar una repetición del colapso bancario de 2008 no está al alcance de los bancos regionales y los de menor tamaño. La generación orgánica de capital se hace cada vez más difícil cuando los tipos de interés están en negativo, la curva de tipos plana y la política monetaria no puede cambiar porque la economía no acompaña.
Y la solvencia, la ratio de capital de la banca española, está a la cola de Europa, según la Autoridad Bancaria Europea, como ha desvelado el Informe de Estabilidad Financiera de primavera. Por detrás de Italia o Portugal.
Todos miran a Bankia y el Sabadell
Primero fue el Ministerio de Economía español, con Luis de Guindos al frente, el que forzó un importante proceso de concentración con sus decretos “Guindos 1” y “Guindos 2” en 2012. Se pasó de más de 50 entidades a poco más de una docena. Pero todavía son muchas.
Profundo conocedor de la situación bancaria de España (no en vano le tocó la nacionalización de Bankia), ahora, desde Fráncfort, desde su despacho de la vicepresidencia del BCE, sueña con rematar la faena. Cree, al igual que el Banco de España, que Bankia tiene que formar parte de ese proceso de concentración. Y nadie como De Guindos conoce mejor Bankia.
No es que tenga poco capital. Al contrario. Su 12,61% de CET 1 colocan al banco que preside José Ignacio Goirigolzarri a la cabeza de los grandes en España. En el primer trimestre del año ha ganado 205 millones de euros, un 10,8% menos, pero su rentabilidad sobre recursos propios ha caído al 6,6%. El hecho de que el Estado, a través del FROB, sea el principal accionista de Bankia (tiene más del 60% del capital) le confiere el papel protagonista.
A finales de 2018, el Gobierno aprobó la prórroga del plazo para privatizar Bankia hasta finales de 2021. En 2016, el Ejecutivo de Mariano Rajoy hizo lo mismo. En ambos casos se ha tenido en cuenta que la participación del Estado en Bankia no puede venderse a los actuales precios del mercado, porque conllevarían unas millonarias pérdidas al erario público.
Los títulos del banco cerraron el viernes a 2,25 euros, muy por debajo de los 2,69 de marzo. La capitalización de Bankia es hoy de 6.694 millones de euros, lo que da un valor de poco más de 4.000 millones de euros a la participación del Estado. Nada en comparación con la ayuda millonaria que recibió en 2012 y de la que ha devuelto 3.083 millones de euros en concepto de dividendos y ventas de paquetes de acciones.
Con la operación, el Estado reduciría a la mitad su participación, del 60% al 30% de una entidad más grande, participación que sería más fácil de colocar en el mercado. Sabadell reforzaría su solvencia.
Banc Sabadell tiene una solvencia del 11% (11,15 si se contabiliza la venta de Solvia). En los últimos meses, José Oliu está resistiendo la presión de los fondos para ampliar capital y reforzar sus ratios. En la reunión previa a la Junta de Accionistas repitió que no tiene intención de llevar a cabo una ampliación ni de participar en ningún proceso de concentración. Sus ojos están puestos en TSB y su recuperación para la cuenta de resultados, después de los problemas surgidos en el cambio de su plataforma informática.
Ambas entidades son complementarias en casi todos los aspectos. Geográficamente, sus redes de oficinas no interfieren y sus negocios, tampoco. El Sabadell es el banco de las empresas y Bankia un líder del “retail”. Hasta sus directivos provienen de la misma cantera, el BBVA. Goirigolzarri fue consejero delegado de la entidad vasca y José Sevilla, actual número dos de Bankia, trabajó a su sombra. Jaime Guardiola, consejero delegado de Banc Sabadell, también estuvo en el BBVA.
Sólo una pega a un proyecto que no está sobre la mesa, pero que lo estará: el papel que pueda jugar Podemos y su defensa a ultranza de una banca pública al estilo de la que hubo en España a comienzos de la transición y que acabó cerrada o integrada en Argentaria.