Antoni Castells luce tipo en el Círculo de Economía
El exconsejero de Economía, junto con Guntram B. Wolff, reclaman la puesta en marcha de un Tesoro común en la UE para afrontar una unidad fiscal entre los países miembros
La Unión Europea que hace política monetaria, pero que es incapaz de regir «la dispersión fiscal de sus estados miembros»; la Unión de los «acuerdos intergubernamentales» que sustituyen a las instituciones de referencia. De esta UE a medio hacer habla el ex consejero de Economía de la Generalitat, Antoni Castells, en plena forma, en una intervención cartesiana que desbordó pasión europeísta y quejas por el mal funcionamiento de Bruselas.
Fue este martes y en respuesta a las palabras de Guntram B. Wolff, director de Bruegel, en un acto organizado por el Círculo de Economia bajo este doble epígrafe interrogativo: ¿Puede el euro ir más allá de su lógica de funcionamiento? ¿Cómo conciliar la eurozona con una UE más amplia?
La eurozona conoce el camino que conduce al crecimiento y a la estabilidad fiscal, pero no lo transita. Esta es la principal conclusión del debate sobre el futuro del euro, moderado por Antón Costas, en el que además de Wolff y Castells, participaron David Vegara, ex secretario de Estado de Economía y Xavier Vidal-Folch, periodista, ex director adjunto de El País y presidente de World Editors Forum.
Una Europa estancada
La UE cuenta con un escenario de crecimiento fijado del 1,7% del PIB en 2016, pero sin posibilidades de volver a las altas tasas de expansión del pasado: «el crecimiento de nivel, con la demanda ejerciendo de motor, está descartado de momento», afirmó Wolff en un momento de su intervención. Al secundar la presencia de Wolff, Antoni Castells reapareció en el influyente foro de opinión tras una etapa de silencio político, en la que el profesor de Hacienda Pública ha tomado distancia respecto al vértigo de los acontecimientos marcados por la hoja de ruta soberanista.
En el año del Plan Juncker nadie cree en la capacidad real de estimular la economía, aunque el balance de las rentas en algún caso será más positivo, con puntas asimétricas, pero con un promedio solo regular. Wolff arrancó su exposición de motivos sobre el futuro de la moneda única en el llamado informe de los cinco presidentes (Comisión Europea, Consejo Europeo, BCE, Eurogrupo y Eurocámara) presentado hace un año, y en el que los líderes de las principales instituciones de la UE destilaron ambición, pero solo a largo plazo.
De aquel informe se ha salvado el «mecanismo de estabilización fiscal» para el conjunto de la eurozona, que será exigible a mediados de 2017 -y en todo caso antes de 2025- así como un «cierto grado de asunción de riesgos comunes». Los cinco presidentes no hablaron todavía de eurobonos. Wolff remarca ahora este dato, pero aboga por «establecer un Tesoro de la zona euro al que puedan exigirse responsabilidades».
Precaución ante las trabas del futuro
Cuando las instituciones comunitarias hablan del futuro, la música suena bien, como suele decirse. Pero para conocer algo de la letra de la misma canción es mejor esperar el turno de los expertos: «para avanzar hacia un Tesoro común debemos poner todos los frenos posibles antes de encontrarnos frente a los vetos». Los cinco presidentes (Jean-Claude Juncker, Donald Tusk, Mario Draghi, Jeroen Dijsselbloem y Martin Schulz) perseguían la creación «de un presupuesto de la zona euro para luchar contra las grandes crisis».
Con este presupuesto de combate, todavía estaríamos lejos de la política fiscal común pero ya alcanzaríamos un nivel muy avanzado de coordinación. De momento nadie ha hablado de tocar los tratados, lo cual es un freno brutal. La arquitectura institucional de Europa nos habla del futuro sin tocar las leyes que galvanizan el presente. Un imposible metafísico.
Wolff, antiguo funcionario del Bundesbank y del FMI, dirige Bruegel –el think tank de cabecera en Europa- desde el culto a la complejidad: «La incertidumbre puede tener consecuencias negativas para el crecimiento. Pero no deberíamos caer en el error de creer en soluciones fáciles».
Triunfo ante los euro derrotistas
La nueva Europa, surgida de una crisis económica descomunal, ha derrotado a los que anunciaban el fin del euro, en parte porque ha sabido entender el nuevo escenario institucional como una estructura menos monopolística de las diferentes autoridades de la zona. Ha muerto la perfección, pero en absoluto las instancias de mediación, en las que se forma el antagonismo que sirve de base a las decisiones colectivas.
Europa está menos presente pero no es más débil. La UE representa aproximadamente el 7% de la población mundial y el 25% del PIB, pero más del 50% de gasto social global. «Eso resume bien la generosidad de nuestro modelo de bienestar, si bien cuestiona al mismo tiempo su sostenibilidad a largo plazo», dijo Wolff, para quien el euro del futuro será una moneda «capaz de sobrevivir en los desequilibrios de su sociedad».
El difícil camino del euro
En gran medida el futuro de la moneda se escribió en el mismo momento de su gestación, cuando la UE entraba en la frontera del siglo XXI. Entonces, países como Dinamarca y el Reino Unido optaron por la cláusula de exclusión voluntaria, mientras que el resto (muchos de los Estados entrantes miembros más Suecia) todavía no cumplían las condiciones para adoptar la moneda única.
Llegó el Este en manada, un conjunto procedente del Báltico, los Balcanes, los Cárpatos o de las riberas distantes del Danubio; todos llamaron a la puerta en precario, pero entraron como en las oposiciones restringidas. Ahora, la situación ha cambiado y algunos de los que fueron devotos de la moneda común quieren desligarse de ella, como es el caso de Finlandia, cuyo gobierno está convencido de que el euro lastra su crecimiento.
La UE exhibe sus debilidades
En su intervención, Antoni Castells recordó que la crisis ha evidenciado los fallos de la UE. Dijo que en el caso español, el enorme incremento de la deuda externa de los últimos año se ha debido a que «hemos financiado el déficit por cuenta corriente, un 10% del PIB, con recurso a la deuda» y de ahí la debilidad actual.
Castells glosó el espíritu de sacrificio de ideal europeo de Monet, la ineludible renuncia de soberanía por parte de los Estados y la formación «inaplazable de instituciones fiscales y políticas comunes». Coincidió con Wolff – «impulsor del gran debate europeísta»- en la creación de un Tesoro común en el marco de la Unión Fiscal. Pero lamentó la ralentización actual.
A criterio de Castells, el centro de gravedad de la UE se ha desplazado desde las instituciones a los pactos entre estados miembros: «corremos el riesgo de hacer una Europa alemana», dijo.
El exconsejero de Economía, que en la actualidad dirige el think tank Europe G, considera que al desvincular del día a día el acervo real de la UE y trasladar la responsabilidad a los Estados miembros «rompemos el principio democrático».
El euro puede ir mucho más allá «si empezamos hoy a resolver esta parálisis».