Porfirio González, un empresario de éxito velado
El propietario de Fotoprix ha presentado el concurso de acreedores y recibido una sentencia condenatoria por fraude fiscal en tan sólo dos semanas
Porfirio González se interesó por la fotografía cuando empezó a ganar dinero con ella. “No había hecho fotos en mi vida, pero creí que en una tienda de fotografía tenía que funcionar el sistema de venta que yo entonces aplicaba para vender terrenos y torres: mucha publicidad en los buzones y grandes descuentos en el revelado”, aseguraba en una entrevista con La Vanguardia en febrero de 2002. Estas palabras ilustran el carácter del fundador de Fotoprix: un hombre de negocios hecho a sí mismo. Pero su historia, que durante más de 30 años fue la de un ganador, se ha velado casi al completo en apenas dos semanas.
La compañía que antaño se comía a la competencia con esa agresiva política comercial ha descarrilado. González entregó los libros de contabilidad a un juzgado mercantil de Barcelona la semana pasada, incapaz de enfrentarse a una deuda de 12 millones de euros. El empresario clamó en una pataleta contra los bancos por no querer financiar más su proyecto. Ahora bien, ni a él mismo se le escapa que la nueva era digital deja poco espacio para el revelado de fotografías ni a las conversiones del negocio sobre la marcha.
Arrepentimiento en un juicio tardío
Las desgracias nunca llegan solas. Al mismo tiempo que Fotoprix presentaba la solicitud de concurso de acreedores, la causa penal que pesaba contra su persona por fraude fiscal desde hace más de diez años ha llegado a su fin. “Estoy arrepentido. Todo esto me ha generado muchos problemas”, aseguró ante la magistrada titular del penal 9 de Barcelona hace dos semanas. El arrepentimiento –así como los millones que ha puesto sobre la mesa– le han servido para rebajar su condena, pero no para lograr la salvación: la magistrada le ha condenado a un año y ocho meses de prisión. No deberá entrar en la cárcel.
La historia de Porfirio González arranca hace 66 años en un pueblo cercano a Zamora. Un año después de cumplir la mayoría de edad se trasladó a Barcelona, donde trabajó en Motor Ibérica y en el sector inmobiliario. En 1981, abrió Fotoprix. La cadena llegó a tener 300 establecimientos, mucho propios pero también franquiciados –fue uno de los pioneros con este método–, y a dar empleo a 700 personas. Sus pretensiones eran alcanzar las 500 tiendas. La situación actual ha resultado bien distinta. Los puntos de venta se han reducido a la mitad y la plantilla, que en los últimos meses ha sufrido retrasos en las nóminas, se sitúa en 400 empleados. Factura 40 millones cuando sólo cinco años atrás el giro ascendía al doble.
Adaptarse o morir
Fotoprix se mantiene como un gigante en el sector. El último. En ese mismo artículo del rotativo del grupo Godó, González revivía cómo puso en pie su compañía. “La fuerza me la doy solo, siempre he sido persona de mucho empuje y no necesito ayuda”, decía. El empresario deberá hacer uso de ese carácter para asumir que ahora mismo corren otros tiempos para el sector. “El analógico no morirá nunca”, aún decía en otra entrevista en 2004 con el diario Avui. Su adaptación se antoja complicada.