Los Raventós rebeldes ganan la partida a la cúpula de Codorníu con la venta
Los accionistas descontentos con la gestión acumulan los apoyos necesarios para vender al fondo Carlyle. Vranken Pommery era la favorita de la dirección
«La venta se cerrará antes de terminar 2018», repetían desde las bodegas de Codorníu en Sant Sadurní d’Anoia una y otra vez. No esperaban que fuera esta semana, pues su candidata, la francesa Vranken Pommery, todavía no había presentado una oferta formal. A la espalda de la dirección, el fondo Carlyle y un grupo de accionistas descontentos con la gestión recababan apoyos hasta superar el 50%. Lo lograron.
Este jueves por la mañana, La Vanguardia informó de que el vehículo americano había alcanzado acuerdos con el 55% del capital para tomar el control de la cavista, condición indispensable para ejecutar la adquisición. La gran mayoría de los directivos desconocían el estado de la operación; se cerró el miércoles a última hora después de que el director general, Javier Pagés, y la presidenta, Mar Raventós, tuvieran que dar su brazo a torcer.
Para ampliar la base de vendedores, que en un primer momento rondaban el 25% del capital, Carlyle tuvo que mejorar la propuesta dos veces y de los 240 millones en los que valoró el grupo en un primer momento, lo situará ahora en 300 millones de euros.
Ahora, el grupo iniciará un proceso de due diligence, con una duración prevista de seis meses. No obstante, ya conoce algunos detalles: se quedará con 90 millones de deuda y venderá parte de los activos para financiar compras en otros lugares de Europa. Su intención es convertir Codorníu en un gigante internacional del sector vinícola que alcance unas ventas de 400 millones de euros frente a los 235 millones actuales.
Un golpe a las intenciones de la dirección de Codorníu
Cerrar la operación supondrá un golpe a la actual dirección de la cavista, que pretendía una venta totalmente distinta: no quería perder el control y quería aliarse con su socia Vranken Pommery. Ni una cosa ni la otra. Y sin tiempo de reacción. El mandato encargado a AZ Capital para encontrar una alternativa a Carlyle no sirvió para nada.
Los ejecutivos del vehículo inversor se adelantaron a los del fabricante francés, que la pasada semana confirmó las negociaciones. De hecho, las reuniones entre Pagés y Paul-François Vranken se intensificaron durante el mes de junio.
Tras el anuncio, el sindicato CCOO emitió un comunicado en el que exigía a la dirección del grupo «garantías de estabilidad y futuro para la totalidad de la plantilla y la definición de un proyecto industrial de futuro».
Los motivos del descontento de los accionistas de Codorníu
La principal razón del enfado de los accionistas fue la falta de rentabilidad. En el año 2016/2017 los ingresos fueron de 236 millones de euros, un millón menos que en el 2009/2010. Según las cuentas depositadas en los registros, la cifra de negocio no superó los 240 millones de euros durante los últimos siete ejercicios.
Mayores vaivenes dieron los resultados, aunque jamás alcanzaron las cotas deseadas por parte del accionariado: 4,7 millones de euros fue el pico más alto cosechado, mientras que unas pérdidas de 5,3 millones fueron el suelo.
En el pasado ejercicio, la empresa ya abordó algunos de los problemas que tenía para elevar sus resultados. Presentó un expediente de regulación de empleo para 71 personas y anunció su renuncia a fabricar marcas blancas. Mientras, la contención del gasto es una de las máximas impuestas durante el actual ejercicio 2017/2018.