Los Gallardo: rigor y gloria de dos hermanos sin corazón identitario
Los dueños de Almirall destacan por su rigor en los negocios y aguantan el desafío de la globalización como catalanes sin contaminarse de la fiebre independentista
En términos de riqueza, los Gallardo solo han sido superados por Amancio Ortega, Rafael del Pino, Sandra Ortega, Víctor Grifols, los Entrecanales y los March. Y no es un dato baladí porque los Gallardo son los primeros accionistas de Almirall, una empresa de laboratorios farmacéuticos que sitúa al sector químico en la punta de lanza de nuestra industria.
Desde que los Cros, de origen francés oriundos de Lyon, desembarcaron en Barcelona en el 1800 se ha recorrido un camino casi inexplorado: el que va desde la química profunda de los derivados del petróleo hasta la química fina actual, especialmente la de los laboratorios diseminados en rigurosas empresas familiares.
Casi todas estas empresas se han mantenido incontaminadas por socios expansivos, salvo dos, Grifols y Almirall, que decidieron su salida a bolsa para crecer exponencialmente en recursos propios sin ceder el control.
El crecimiento y la diversificación empresarial de los Gallardo
En Almirall, los hermanos Jorge Gallardo Ballart y Antonio Gallardo Ballart son presidente y vicepresidente de la mayor empresa farmacéutica española que fue, entre otras cosas, creadora del famoso fármaco Almax. Podría decirse que, a los Gallardo, la acidez de estómago les hizo ricos, les convirtió en poseedores de los 2.353 millones de euros que les atribuye Forbes en términos de patrimonio personal.
Pero no todo se queda entre probetas. En el campo de la sanidad privada son hegemónicos a través de Goodgrower, que es dueña del 80% de los hospitales privados Vithas, la red hospitalaria de Adeslas que cambió el nombre tras la compra en 2012 por parte de los Gallardo (el otro 20% es de La Caixa). Y además han diversificado con astucia en el Grupo Corporativo Landon, del que cuelgan participaciones en los hoteles Alcotas y Trivalor, y las panaderías Bellsolà.
En la modernización de la gestión, los Gallardo han sembrado éxito. Y no lo olvidan, como se ha visto recientemente con el nombramiento de David Nieto, hasta ahora ejecutivo de Novartis, en el cargo de director financiero y vicepresidente ejecutivo de Finanzas.
El traslado a Madrid levantó críticas y antipatías
En 2012, en pleno apogeo del independentismo inopinado de Artur Mas y su gente, los Gallardo decidieron trasladar la sede de Landon a Madrid, lo que les ha valido enormes críticas por su supuesta falta de catalanismo.
Todo es fruto de una época en la que la pulsión emocional del símbolo vale más que el rigor en los negocios. Jorge Gallardo aprovechó una comparecencia en el Círculo de Economía para contratacar: «Hemos pagado todos los impuestos. A nivel personal y a nivel de la compañía. No nos hemos llevado nada a Andorra, así que nadie me puede dar lecciones de catalanidad».
Habían pasado más de tres años desde que los hermanos accionistas de Almirall se acogieron a la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro. Jorge, el más joven de los dos, estableció una comparativa entre su empresa y el andorranizado clan nacionalista, en otro tiempo conocido con el sector negocios.
Con la Agencia Tributaria, es mejor pasar desapercibido que cumplir con la ley. La amnistía de Montoro fue la liebre que acabaría levantando los venados. Los Gallardo Ballart, que blanquearon con la regularización 113 millones de euros, lo saben bien; acabaron saliendo en los Papeles de Castellana y fueron señalados por ocultar dinero fuera de España.
En el nombre del padre
Habían heredado la empresa de su padre, fundador y pionero, Antonio Gallardo Carreras, que además de farmacólogo fue miembro de la ejecutiva de la gran patronal catalana, Fomento del Trabajo Nacional. Su presencia en la casa gran de Vía Layetana de Barcelona coincidió con la etapa de la refundación emprendida por Carlos Ferrer-Salat.
En el papel de continuista del antiguo régimen, Gallardo padre vivió un momento de tensión frente al entonces cementero José Felipe Bertrand, instalado ya, a pesar de las apariencias, en las filas del cambio democrático. Ferrer, Bertrand, Güell de Sentmenat, Godia, Echevarría Puig, Marsans o Molinas, entre otros, marcaban entonces el cambio de paradigma en la organización empresarial.
Dos importantes creaciones farmacológicas
Los inventores del Almax de Almirall desataron una guerra contra los ácidos estomacales del mismo modo que otro químico de renombre, Joan Uriach, inventó la pastilla contra el mareo, que le valió el sobrenombre de Doctor Biodramina.
En la Barcelona paciente fraguada en el cambio de siglo, viajar en barco o en avión exigía intercambiar Almax por Biodraminas, o viceversa, con el resto de amigos del pasaje y en función siempre de las incomodidades del trayecto.
Joan Uriach, el veterano patrón de los laboratorios Uriach SA, es un doctor de alto rango académico que siempre ha querido para su empresa la privacidad del mundo familiar. Su estela representa la otra alternativa, la más seguida en el sector químico catalán (salvando las multinacionales extranjeras, como Solvay, Bayer, BSFA o Dow Chemical o Novartis, entre otras), que ha rechazado salir a bolsa y poner la empresa en valor.
Los otros campos empresariales de los Gallardo
Para Almirall, la búsqueda de recursos a través de nuevos accionistas sólo recompensa si la gestión funciona. De ahí la búsqueda de gestores capaces de afrontar los retos de la globalización, como David Nieto, el nuevo miembro del comité de dirección de la empresa de laboratorios.
Por su parte, los dos hermanos accionistas no sólo se reparten el pastel. El presidente, Jorge Gallardo es doctor en ingeniería industrial y ha presidido Farmaindustria, la sectorial con mayor opacidad del panorama industrial español. Antonio, regenta Landon, el toma y daca inmobiliario de los bienes raíces, sin olvidar su pasado magramente financiero en el consejo del Banco de Europa, hoy convertido en Microbank SAU y controlado por CaixaBank.
Las razones del generoso mecenazgo
La lista de Forbes no olvida nunca (sólo lo esconde) el valor en arte de los empresarios reconvertidos al mecenazgo. Los Gallardo Balart donaron al Museu d’Art de Catalunya (MNAC) una colección de arte sacro, aunque es justo reconocerlo, su gesto no fue tan ruidoso como la última entrega de la colección Cambó, realizada por la hija del político regionalista y viuda de Ramon Guardans.
Nadie supo a qué venían las prisas de última hora de los nietos de Cambó y tampoco se entendería la donación Gallardo fuera de contexto. La vocación filantrópica de los mecenas lleva grabado el nombre de Hacienda ya que, como es bien sabido, la Agencia Tributaria acepta obras de arte para cubrir el impago de impuestos. La riqueza cunde y el mecenazgo incumbe.