Los Cornadó frenan la quiebra del tocho más allá del 3%
Cómo Josep Cornadó y Elvira Vidal lograron que Copisa siga viva tras una ola de fusiones, y evitaron que figure en la causa de la supuesta mordida de CDC
La demolición del dinero fácil no llegó de repente. Fue la sensación terminal que uno saborea lentamente hasta que un día llega de sopetón un auto judicial o una orden de registro. A Josep Cornadó i Mateu y a su esposa Elvira Vidal Dinars –los accionistas de Copisa– les ocurrió esto, cuando la Fiscalía desveló que le habían facturado un buen pico a Jordi Pujol Ferrusola, entre 2005 y 2010, a cambio de simples exploraciones de negocios potenciales.
Jordi Pujol Junior es el conseguidor disruptivo. Rompe todo lo que toca; le temen, como a Serrallonga, desde la Cerdanya hasta la alta Diagonal. Y el caso es que, después del primer movimiento del ministerio público, estalló el caso del 3%, una guadaña que vuelve cada vez que la singladura del procés mete otra pata en el barrizal de los imposibles.
Copisa, el germen de Endesa
Copisa es aquella Constructura Pirenaica, filial de Fecsa, en la que los Alegre Marcet (hijos putativos, con perdón, de Juan March) anclaron sus bienes raíces. También fue un germen inmobiliario de la gran Endesa, la compañía que deslizó las antiguas joyas de la constructora en el bolsillo la italiana Enel. La camorra energética se quedó con la riqueza de España. Y, desde entonces, el recibo de la luz es el más caro de Europa, diga lo que diga José Manuel Soria, el ministro lobbista, a medio camino entre Unesa (la patronal eléctrica) y su despacho en Castellana 2.
Copisa se levantó. Pasó por Dumez y Lyonnaisse des Eaux, perteneció a Ceosa, la corporación de la ONCE, fue colonizada por los Soriguè y finalmente, en 2004, se fusionó en Comapa, la empresa de Josep Cornadó. El empresario nacionalista alimentó su core business con andenes portuarios, instalaciones para la alta velocidad y líneas de metro, en competencia con la Comsa Empte de los Miarnau y Sumarroca.
Los tejemanejes de Tauler
Comapa cobró músculo comercial gracias a los tejemanejes de Xavier Tauler y adquirió relevancia con la incorporación de Miquel Valls, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, a su consejo de administración. Y ahí se perpetró el resto: Comapa convertida en núcleo patrimonial de Copisa, adquirió Cevalls, la principal constructora de Andorra, que consolida en el grupo.
Tauler es el directivo de Copisa que fue detenido en el penúltimo acto del 3%. Su dedo, desde luego, señala a Cornadó. El caso de ambos, sin ser igual, se asemeja al dúo Jordi Sumarroca (hijo) y Carles Sumarroca, padre, en el otro extremo del mismo supuesto delito.
Las comisiones con el Tripartito
Se ha escrito que las comisiones entregadas por los Cornadó corresponden a la etapa del Tripartito. Y aunque algunos de sus miembros, sepulcros blanqueados del socialismo menguante, podían haber metido la mano en cazo, resulta chocante porque, dentro de Convergència (el partido negocio de Alavedra convertido al centralismo democrático de Rull) se dijo que las cantidades desinteresadas de los constructores, entre 2003 y 2010, «eran a cuenta».
¿Y las comisiones de Junior? Un capital diferido, que el Tripartito aceptó no tocar -¿cortesía parlamentaria?- y que «CDC cobró después». La obra civil y Convergència han sido el testigo de cargo y el arma del delito, siguiendo los cánones de la serie negra americana.
Fuera de la causa del 3%
Copisa no está ahora en el sumario del 3%. Y se defiende: las donaciones de Copisa a las fundaciones Catdem y Forum Barcelona «son absolutamente legales y siempre con factura», dentro de los 100.000 euros anuales que marca la ley como tope. En 2015, Copisa realizó una donación de 75.000 euros a CatDem, mientras que la contratación de Copisa con la Generalitat fue de 17,73 millones de euros. Evidentemente los 75.000 euros son el 0,4% de la contratación y no el 3% como se insinúa en el informe de la Guardia Civil. La facturación de la constructora es de 300 millones de euros.
«Nuestro primer cliente es el Ministerio de Fomento, mientras que la contratación licitada por la Generalitat apenas supone el 4%». El portavoz de los Cornadó saca pecho: «la cartera de obras de Copisa está formada en un 60% por contratos fuera de España y un 40% en el Estado».
Las constructoras, lejos de sus mejores años
El mundo de los constructores catalanes, agrupado en la Cámara de Contratistas de Obra Pública –órgano nuclear de la gran patronal, Fomento del Trabajo Nacional–, es hoy un refectorio de las ánimas que expían su pasado. En el crack up del tocho desaparece el brillo, se huye del apalancamiento (ahora que los tipos están bajísimos) y se refuerzan los gabinetes jurídicos.
Todo empezó en los saltos de agua del Pirineo. Los Victoriano Muñoz, Zaforteza, Alegre Marcet y compañía aprendieron el arte de crecer, pegados a la cinta del General. La constructora Rubau fue fundada en Flaçà (Girona) por Jordi Rubau i Comalada y relanzada en los 90 por Jordi Mensa, que también venía de arriba.
La Copcisa de Benet Carbonell –Carbonell hijo fue uno de los consejeros del diario Observador fundado en la sombra por Prenafeta i Garrusta, en sus años púrpura— se hizo fuerte con el mix team del pujolismo. Y naturalmente no podía faltar FCC, la antigua Focsa de los Mas Sardà y los Piera, capturada por Koplowitz y salvada ahora por Carlos Slim.
En 2005, cenit de la burbuja, el sector ocupaba a casi un millón de personas (directos e indirectos), un 30% del empleo en Catalunya, según las cifras de la Cámara Oficial de Contratación. Una de cada tres personas vivía del tocho hasta el día en que el mundo se nos cayó encima. Así llegaron los delitos y las faltas, y con ellos la demolición del dinero fácil, que nunca ha sido restituido.