La vida (y el lucro cesante) de Sol Daurella tras declararse independentista
La jefa de la mayor embotelladora de Coca-Cola no pisa Cataluña desde que se apuntó al Diplocat. La tensión en el clan familiar crece por la deriva y los amagos de boicot
Sol Daurella, presidenta de Coca-Cola European Partners, la empresaria señalada por «romper España», en otro tiempo sin apenas vida pública, se ha convertido en una mujer de rostro dual en la noche de Fleming en busca de mesa en el restaurante de futbolistas y magos del mercado. Es la ejecutiva instalada a días en su lujoso piso de la calle Fortuny de Madrid desde donde minimiza el contencioso de su embotelladora, sumida durante meses en un expediente de regulación mortalmente mal planteado.
En Fuenlabrada ha dilapidado más de 400 millones en dos años por sus errores y los 11 miembros de la tercera generación del clan familiar pierden dinero. La tensión crece entre los Daurella Franco y los Daurella Aguilera: los números van regular y ahora la presidenta se pasa a la política. Sol se retrató con el Diplocat para trasladarse inmediatamente a Londres, donde ahora agita torpemente su vara de mando en lo más alto de una multinacional sin complejos, herencia de su padre, el malogrado Pepe Daurella, conocido por su capacidad de gestión e infinita paciencia. La familia invoca su recuerdo ante los amagos de boicot.
La itinerancia de Daurella hacia el separatismo catalán coincide con su pérdida de influencia ante gobiernos de toda Europa y la contrición pública en Barcelona de su marido, Carles Vilarrubí, financiero y vicepresidente del FC Barcelona, que acusa hoy el olvido en el palco de Can Barça y que no celebró su clásica cena de empresarios (nunca faltaban Florentino, Brufau, Fainé, Villar Mir , Galán y otros pocos) en la residencia de los altos de Sarrià-Pedralbes con motivo del úlitmo clásico FC Barcelona-Real Madrid.
Aquellas cenas de la pre-soberanía, bordeadas por azafatas con feltriquera y camareros con librea, registraron noches inolvidables, como la de la conversión de Artur Mas tras el pacto del Tinell o la apesadumbrada confesión de Xavier Trias en la Barcelona de los grandes proyectos metropolitanos, hoy echados a perder en la pendiente festiva de los cambios en el nomenclátor callejero o en los museos al aire libre, en manos de jóvenes airados.
El lucro cesante de la política
La velocidad y el atareo tienen que ver con la economía y, en los tiempos que corre, con el lucro cesante de la política. Desde el día en que Raül Romeva, «consejero catalán de exteriores», anunció que la presidenta de Coca-Cola European Partners entraba en el consejo consultivo de Diplocat no se han vuelto a tener noticias patrióticas de Sol, la quinta mujer más rica de España, según la lista de Forbes. Ni siquiera ha pisado Cataluña de nuevo.
Dirigir una multinacional exige rigores que son escasamente compatibles con Diplocat, el consorcio para la política internacional de un «país» que no tiene representaciones oficiales y que se apaña con delegaciones o con misiones comerciales sin rango de Estado. La colaboración internacional con la Generalitat por parte del matrimonio Daurella-Vilarrubí no es nueva. Viene de la amistad entre Vilarrubí y Mas, una relación de juventud envuelta en la aventura nacionalista de donde salieron ambos bajo el paraguas de Jordi Pujol.
Vilarrubí y Mas rompieron hace años con la herencia ensimismada de los hijos de Pujol y Marta Ferrusola, pero para distanciarse de la infección, los dos han tenido que dejar claro en varias ocasiones que no mantienen ninguna relación con los negocios turbios del clan familiar del expresidente Pujol. La trayectoria soberanista de ambos -muy engagé respecto a la vieja guardia convergente- forma dos líneas paralelas: Vilarrubí es a la economía lo que Mas es a la política. Pero a pesar de las intenciones, las sombras del pasado persisten.
Vilarrubí ha sido llamado a declarar este lunes como testigo en la Audiencia Nacional. Le cita el juez José de la Mata, el magistrado que ha unificado bajo una misma causa el presunto blanqueo de fondos de los Pujol procedentes de comisiones ilegales. La instrucción quiere caer a plomo sobre la familia; De la Mata está convencido que los Pujol han actuado como un clan coordinado con propósitos criminales. Antes del nombramiento de Romeva, la Generalitat, para expandir el independentismo, fichó al lobby Independent Diplomat, impulsado por Peter Collecott, un veterano político británico especialmente conocido en la City de Londres, donde Daurella ha tejido sus mejores alianzas.
Londres es el lugar de conexión para los negocios del matrimonio: Vilarubí por su buena relación con David de Rotchild, el dueño del banco de familiar más poderosos del planeta y Daurella por su amistad con la presidenta de Banco Santander, Ana Patricia Botín. Hace ya algunos meses que Daurella dejó su cargo en el Sabadell para convertirse en consejera independiente del Santander. El choque fue bastante fuerte para el presidente del banco, el doctor en economía por Minesota, Josep Oliu, un portentosos banquero y también un economista teórico enamorado del cálculo infinitesimal.
Efectos colaterales
Daurella compagina su empresa con la pertenencia a consejos de firmas como Ebro o Nestlé. Su apuesta independentista también las salpica. Pertenecer a Diplocat, el consorcio dedicado a la internacionalización de la independencia, marcaba estilo sin exigir militancia, creía ella. Pero el enclave de Romeva ya es historia, en parte, como lo demuestra el hecho de que la incorporación tardía de Daurella coincidió con el abandono de los representantes de Esade e IESE, las dos prestigiosas escuelas de negocio de Barcelona.
Cuando Daurella y Vilarrubí no pertenecían a la élite civil independentista, cuando eran más barceloneses que catalanes, los tiempos se deslizaban. No frecuentaban apenas la finca de los Daurella en Jerez ni viajaban a Londres desde el aeropuerto de Gibraltar. Costaba poco cruzar con Paco Daurella unas palabras sobre su fundación de arte localizada en el Pueblo Español de Montjuic. Era, desde luego, mucho más difícil sacarle algún recuerdo oficioso a su hermano Pepe, el gran emprendedor. Hoy la empresaria del «Coca-Cola rompe España» viaja de Londres a Jerez sin pasar por Barcelona.
El padre de Daurella perteneció a la gente guapa y contrita de su tiempo; un tiempo de costuras y miradas, el de la brigada del amanecer, como se conoció a un grupo de amigos (Samaranch, Salisachs, Godia, Soldevila, Porcioles…) que cerraban sus noches de fuego y luz en Santa Clotilde, sobre el bello jardín romántico que besa la playa al norte de la ciudad. La hija abona a su clan familiar a las pérdidas