La jornada laboral de Amancio Ortega
Maniático del orden, Amancio Ortega, a sus 80 años, trabaja hasta 11 horas al día. Sin despacho propio, come todos los días en el comedor de empresa
A sus 80 años, Amancio Ortega cumple con una jornada laboral de trabajador explotado. Explotado por sí mismo, claro está. Suele llegar entre 9 y 11 a los «headquarters» de Inditex en Arteixo (A Coruña) donde no tiene despacho y casi no hay jornada en la que no mueva ligeramente un mueble o mesa. Le obsesionan los ángulos perfectos. No puede ver una mesa torcida y, cada vez que puede, las alinea y coloca como deben estar, como a él le gustan.
Rodeado de asalariados, sin despacho propio, cualquiera de los trabajadores de la central se le podría acercar, hablarle o intentar lucir ante el hombre más rico de España y una de las mayores fortunas del mundo. Pero casi todos intentan ser discretos como el máximo jefe, el que realmente sigue mandando en la corporación a pesar de que la empresa es comandada por el consejero delegado Pablo Isla.
Ortega tiene su lugar para trabajar y su mesa para comer. Ésta última no está reservada para el dueño de la empresa pero todos saben dónde se sienta y nadie osa ocupar el puesto del máximo jefe. Es la mesa que comparte con Pablo Isla y otros dos consejeros.
La sede de Inditex se ha convertido en un centro de trabajo multicultural al que acuden equipos de visitas a diario. A todos ellos se le pide que no aborden directamente a Ortega. No se trata de una distancia artificial, sino más bien de una medida para no menoscabar su productividad.
Un abrazo para dar las gracias
A pesar de ello, algún espontáneo siempre se acerca al empresario gallego más rico de todos los tiempos. Hace pocos días, una encargada de Zara en República Checa le felicitó. «Él escuchó, dio gracias y la abrazó», explican desde su entorno. A diferencia de las tiendas de Inditex, en la sede central no hay demasiadas quejas, ni por los jefes. Otra cosa son las intensas jornadas laborales y las reivindicaciones por unos salarios más bajos que los que la empresa se podría permitir.
«Se ha dejado ir a gente con mucho talento», explican desde la central de Inditex. El ritmo de trabajo que se exige es casi el mismo que el que se autoaplica el dueño, que abandona su puesto de trabajo a las ocho de la noche. Siempre a marchas forzadas, sin demasiado tiempo para planificar, sin demasiados recursos para hacer previsiones y proyecciones, el día a día se come a los máximos responsables, que no dejan de sorprenderse de la excelente marcha de la compañía con los recursos limitados con los que trabajan.
Ortega come cada día en el comedor, donde la plantilla adquiere platos a la plancha, con sus colorías e ingredientes detallados, por apenas 15 céntimos de euro, aunque él come platos diferenciados. A la heredera, Marta, que no ha conocido limitaciones económicas, casi nunca se le ve por el comedor de bajo coste.
En constante producción
El ritmo de trabajo en la jornada laboral de Ortega es frenético. A diferencia de otras cadenas donde los diseñadores presentan una o dos colecciones, en Zara, la producción es permanente. Si no funciona una colección, el equipo tiene la capacidad de poner otra en el mercado en dos semanas. Los escaparates de Zara siempre tienen que tener novedades.
«Amancio» no quiere pausas, ni mantenerse en la zona de confort. Su equipo siempre ha tenido buen ojo para elegir las mejores ubicaciones en las ciudades donde se implanta. Casi siempre lo logra pero últimamente aumenta la preocupación porque H&M y Primark le arrebatan las sedes por las que peleaba, especialmente en el Reino Unido. Para ser el tercer hombre más acaudalado del mundo, según Forbes, Ortega no incurre en grandes excesos.
El paseo de su perro
De hecho, su barco es bastante modesto en relación con la casta de empresarios que compiten en ese ranking. No quiere ostentaciones. Por eso, ha pedido que no se hagan más fiestas de empresas a lo grande. Prefiere que cada departamento celebre sus eventos y sus cenas de navidad por separado. A pesar de las ocupaciones y preocupaciones de la operativa diaria, intenta desconectar antes de irse a la cama.
Tal vez por eso, es él mismo quien pasea a su chihuahua blanco, Pepe, antes de ir a la cama. No se le ve con escoltas aunque los vecinos sospechan que cualquier figurante en la calle podría formar parte de su seguridad camuflada. Aunque estén o no, Ortega pasea imperturbable de día o de noche. Casi siempre con su camisa blanca y sus pantalones de colores a la moda de Zara.