Inditex se estampa contra el sindicalismo vertical chino
La total ausencia de libertad sindical en el país asiático dificulta la mejora de las condiciones laborales en su industria textil, lastrada por interminables jornadas de trabajo y bajos salarios
China es un eslabón clave en la cadena de producción de las grandes multinacionales de la moda. También para Inditex. De acuerdo a la última memoria oficial del grupo (2015), la compañía con sede en Arteixo (A Coruña) cuenta con 340 proveedores en el país asiático, que emplean a un total de 302.000 trabajadores en sus fábricas. Entre los países-taller de la firma fundada por Amancio Ortega, sólo Bangladesh supera al clúster chino, con una fuerza de trabajo de 387.000 personas.
Esto no quiere decir que tamañas plantillas cosan únicamente para Zara y compañía. Estas factorías acostumbran a contar con una clientela múltiple: las mismas manos producen un día para H&M y al siguiente para Inditex. Dentro de este contexto, la multinacional española ha sido hasta cierto punto pionera en la fiscalización de las condiciones de trabajo que mantienen sus proveedores.
Viaje a Guangzhou
En 2007 Inditex firmó un acuerdo con la federación internacional de sindicatos IndustriAll Global Union (IGU). Esta alianza, renovada en 2014 y que próximamente imitará Mango, ha permitido realizar visitas periódicas a las factorías de países como India, Turquía o Marruecos. En septiembre del año pasado tuvo lugar el último acercamiento a las plantas de China. Una delegación viajó hasta la zona de Guangzhou, origen de buena parte del calzado que Inditex vende en sus tiendas de todo el mundo.
Tanto los representantes del departamento de sostenibilidad de Inditex como los coordinadores del acuerdo en nombre del IGU, Isidor Boix y Víctor Garrido, sabían desde antes de su llegada que en la comitiva no iba a participar la tercera pata habitual en estos viajes. Tras reiterados intentos, el sindicato oficial (y único) en China, ACFTU, declinó formar parte de la delegación, al igual que había hecho en visitas anteriores.
Anomalía en la región
Excepto en la cuestión salarial –China ha vivido en la última década una escalada generalizada de los sueldos tanto en el sector público como en el privado–, las factorías chinas suponen una anomalía dentro del enorme taller de Asia Oriental. Especialmente en lo relativo a la libertad sindical y la organización de los trabajadores para reclamar mejoras. Incluso en países como Bangladesh, con los salarios más bajos de la zona y tragedias como la del Rana Plaza, la evolución ha sido mucho más positiva en los últimos años, sostiene Boix.
También en Camboya o Vietnam. Caso especialmente interesante este último, con una estructura sindical similar a la de China y en donde recientemente se conformó una red sindical nacional con representación, entre otras, de las más de cien fábricas que trabajan para Inditex en el país.
Sindicatos y Partido Comunista
En la memoria fruto de su última visita a China, Boix relata algunas anécdotas ilustrativas sobre el panorama de las plantas chinas: «en todas las empresas grandes la afiliación [al sindicato] era oficialmente del 100%, aunque hubiera trabajadores que no sólo no sabían si en su empresa había sindicato, sino que para identificar lo que era el sindicato fue necesario preguntarles si sabían quién organizaba el karaoke (esto sí lo tenían claro)». En otros casos «los trabajadores entrevistados confundía a los jefes del sindicato en la empresa con los del Partido Comunista», apunta el informe.
Con problemas más que evidentes, como las interminables jornadas laborales (hasta 100 horas extra al mes) a cambio de salarios de 350 euros, la evolución de la realidad laboral en las factorías chinas de Inditex es a día de hoy «imprevisible», señalan desde el IGU. También en otras industrias y sectores del país, donde muy esporádicamente suceden huelgas –entre las de mayor relevancia mediática estuvieron las de los trabajadores de Foxconn, ensamblador del iPhone de Apple, en 2014. Una situación que abre un futuro lleno de incógnitas, también para las empresas españolas en el país. «En China oficialmente no hay problemas, pero los problemas están latentes», concluye Boix.