El controvertido pasado empresarial de José Santacana
La familia de Arantxa Sánchez Vicario pagó 100.000 euros para investigar los negocios del marido de su hija antes de la boda. Como subastero, lleva a cuestas deudas y embargos. Una de ellas, la de un comprador de un piso que le acusa de robarle 65.000 euros
Semanas antes de casarse con Arancha Sánchez Vicario, en septiembre del 2007, José Santacana estaba siendo vigilado. Casi nadie lo sabía, ni él mismo, pero la familia de su futura mujer había ordenado investigar con detalle su curriculum empresarial. Dos detectives privados siguieron la pista de Santacana y elaboraron un informe que avalaba lo que la familia Sánchez Vicario sospechaba: su futuro yerno no disponía de un curriculum impoluto.
Los padres de la laureada deportista gastaron unos 100.000 euros para confirmar sus sospechas: Santacana no era el empresario ejemplar que deseaban para su hija, según la investigación que reveló una deuda con varias entidades financieras como el Banco Sabadell y la Caixa. No se trataba de importes astronómicos, pero su profesión de subastero (o intermediario, para quienes ven a Santacana con mejores ojos) generaba rechazo entre miembros de su familia.
En el informe quedó reflejado que el marido de Arantxa trabajó como empleado del conocido subastero José Guindulain, que ganó la subasta del parque Tibidabo en Barcelona en representación de Chupa Chups, y que se suicidó, agobiado por las deudas, en el 2009.
Pero ajeno a la controversia, Santacana se movía con comodidad por el Garraf (Barcelona) donde hacía sus negocios y ejecutaba contratos de compra-venta de inmuebles. Ante los ojos de casi todos, era un empresario de éxito. Tenía una embarcación de 12 metros de eslora y se paseaba por la zona con sus coches de alta gama. Siempre con muy buen aspecto y de trato cordial, Santacana mostraba sus dotes de vendedor.
Arras no devueltas
En 2004, cuatro años antes de su boda, Santacana decidió vender un piso de 60 metros cuadrados en Sitges donde había vivido tiempo atrás. Mauro Bernadi, un informático de la zona, decide comprarle el piso y, para ello, firman un contrato de arras por 89.000 euros mientras se instala en la vivienda. Pero al cabo de unos meses, al no poder reunir todo el dinero necesario para el piso, Bernadi cancela el trámite y pide la devolución de su entrada. “Me dijo que no había problema, que me lo pagaría todo, pero de repente, me dejó de atender las llamadas. Me aparecí en su restaurante y me sorprendí cuando me puso la mano en el hombro y me dijo: ‘si quiero, no te pago’. Ahí me di cuenta que se quería quedar con mi dinero”, explica Bernadi.
Ante la negativa de Santacana de devolver la cantidad de las arras, Bernadi decidió llevarlo a juicio. Una sentencia de 2007 condena a Santacana a pagar los 65.000 euros con intereses más las costas del juicio. Pero, cuatro años después, la sentencia no se ha ejecutado. “Es algo que no entiendo. Intenté embargar un piso que Santacana tenía en Port Ginesta, pero resulta que ya había otros ocho afectados que reclamaban el mismo inmueble. Al final, la propiedad se la quedó la entidad que tenía la hipoteca ”, explica el afectado que esta semana ha vuelto a solicitar el embargo de los bienes del empresario.
El entorno de Santacana asegura que el empresario saldó hace años casi todas sus deudas. Tras su matrimonio, Santacana ha asumido la gestión de la fortuna de Arantxa, una labor que hasta el 2008 había ejercido su suegro, Emilio Sánchez. Después de la boda, la extenista transfirió todo su dinero en cuentas oficiales a una empresa de su marido. Ahora, según fuentes cercanas a la tenista, todo el patrimonio, calculado en unos 30 millones de euros, está bajo su control.