Coca-Cola entona el mea culpa por los costes de la reestructuración
La multinacional enmienda su plan de reestructuración que terminó con el cierre de su fábrica de Madrid y admite graves errores que erosionaron la marca
Coca-Cola comienza a reconocer que el plan de reestructuración diseñado hace cuatro años por Sol Daurella tuvo graves errores. La embotelladora de la multinacional estadounidense comienza a enmendar el plan de recorte de costes y cierre de fábricas en España que generó un ahorro millonario para la compañía pero que la enredó en un interminable lío judicial.
La embotelladora está dispuesta a reconocer en los tribunales que incumplió el plan presentado para dar una salida a los trabajadores despedidos de la fábrica de Fuenlabrada (Madrid). Directivos de la compañía están convencidos de que el plan diseñado para reducir costes y centralizar la producción en menos fábricas fue un éxito en términos de disminución de gastos, pero un enorme error logístico y también de imagen.
La compañía comienza a retroceder en su política de cierre de fábricas y despido de trabajadores. Tanto así, que ahora, cuatro años después, promete estudiar la creación de una nueva fábrica en el centro de España que también podría servir como centro logístico y de distribución.
La oferta supone un cambio radical en la política de la embotelladora que se enfocó en el cierre de centros en los últimos años. O un farol más para alargar el conflicto social presentado por más de un centenar de trabajadores que han llevado el cierre de la fábrica de Madrid hasta los juzgados de primera instancia, el Supremo, la Audiencia Nacional y Estrasburgo. En casi todas las instancias judiciales obtuvieron avances significativos y obligaron a la multinacional a rectificar en privado y ahora también en público.
Críticas públicas
El exvicepresidente mundial de Coca-Cola, Marcos De Quinto, acaba de reconocer hace pocas semanas que la multinacional estadounidense cometió un grave error en dejarse llevar por el embotellador en sus planes para reducir fábricas y despedir trabajadores en España a toda costa.
“Visto con perspectiva, teníamos que haber actuado, pero nos dejamos guiar por el embotellador, que no quería que interviniésemos”, explicó De Quinto en el V Congreso de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), según el diario El País. La confesión pública de De Quinto es secundada en privado por altos directivos de la compañía y por los distintos asesores legales con los que han contado en los últimos años, entre ellos, los bufetes Sagardoy y Garrigues.
Pero en la propia embotelladora parece haber arrepentimiento. La ideóloga del plan, la empresaria Sol Daurella, ha dejado caer mensajes a través de sus emisarios acerca del arrepentimiento que embarga a la cúpula de la compañía por su manera de actuar en la crisis arrastrada durante cuatro años.
“En la mesa de negociación se nos ha hecho saber que la compañía quiere rectificar y reconoce sus errores pasados. Y en el preacuerdo al que hemos llegado también reconoce que mintió cuando nos prometió una salida laboral en un centro logístico que no existe tal como fue concebido”, explica Juan Carlos Asenjo, portavoz de CCOO y trabajador activo de la empresa.
Consultada sobre si su propuesta de crear una nueva fábrica va en serio, la compañía se limita a asegurar que la estudiará. No es tajante al confirmar que es una propuesta seria ni que se llevará a cabo. Puede ser simplemente una herramienta para envejecer a la plantilla que ha puesto contra las cuerdas a la embotelladora y que sigue exigiendo una planta que probablemente nunca se construirá. Pero al menos Coca-Cola dejará sus buenas intenciones por escrito. Es una rectificación en toda regla, una enmienda a las políticas de los últimos cinco años con la que quiere enterrar los conflictos judiciales. Ahora pone dinero sobre la mesa para garantizar jubilaciones cómodas a sus trabajadores. Es el inicio de una nueva etapa.