Testamento ológrafo: qué es y qué validez tiene

A pesar de que el ológrafo comparte algunas características con el resto de testamentos presenta algunas singularidades

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Contar con testamento es de vital importancia para asegurar que, tras la defunción, los seres queridos quedarán protegidos económicamente, pero también que las voluntades serán respetadas una vez llegado ese momento.

De esta manera, no solo se evitan problemas entre los herederos, sino que también se agiliza el proceso de repartición de los bienes y se recorta al tiempo dedicado a los trámites vinculados a este proceso.

En la actualidad, existen distintos tipos de testamentos, desde el abierto o cerrado hasta el ológrafo, si bien este último es menos conocido. Descubre en qué consiste y cuáles son los requisitos que debe cumplir para considerarse válido.

Qué es un testamento ológrafo

De la misma manera que un testamento común, el ológrafo consiste en un documento en el que una persona detalla quien quiere que reciba su patrimonio y sus derechos una vez se produzca su fallecimiento.

De hecho, la posibilidad de redactar un testamento ológrafo viene contemplada en el artículo 676 del Código Civil donde se especifica que los testamentos comunes pueden ser abiertos, cerrados u ológrafos.

El testamento ológrafo se puede escribir sin necesidad de acudir al notario

Sin embargo, tiene una característica que la diferencia del resto de tipos de testamentos: el interesado lo puede redactar sin que intervenga en ese momento ninguna otra persona para su autorización, es decir, que se puede escribir sin necesidad de acudir al notario.

Un factor a tener en cuenta es que, al no existir ningún tipo de constancia de su existencia en un registro público, se corre un mayor riesgo de que el documento se pierda o sustraiga, de manera que no se cumplan las voluntades recogidas.

Una persona escribe en su libreta sentada en un banco de madera. Foto: Freepik.
Como todos los testamentos, el ológrafo ha de cumplir con algunos requisitos para tener validez. Foto: Freepik.

Eso sí, no se debe perder de vista que es imprescindible que el documento cumpla con diversos requisitos para que se considere que tiene validez, tal y como alerta la compañía especializada en asesoramiento jurídico Legálitas.

Cuándo se considera válido

Uno de los principales requisitos es que el testamento ológrafo esté escrito por completo y firmado por la persona interesada en redactar el documento de su puño y letra. Consecuentemente, si el texto se ha redactado en el ordenador no se considerará válido, a pesar de que posteriormente se haya firmado a mano.

Para que el testamento se considere válido debe estar escrito por parte del interesado de su puño y letra

El documento también deberá concretar el día, mes y año, así como el lugar en el que se ha rubricado. Conviene tener en cuenta que no necesariamente ha de estar escrito en castellano, de manera que las personas extranjeras cuentan con la posibilidad de redactarlo en su propio idioma.

Otra de las condiciones que ha de reunir quien quiera contar con un testamento ológrafo tiene que ver con la edad, puesto que es indispensable tener más de 18 años para redactarlo, a diferencia del testamento común que fija como edad mínima los 14 años. También es indispensable contar con plena capacidad para ello.

Cuáles son los plazos

En el caso de que el texto se entregase a otra persona para su custodia, esta habrá de presentarlo ante notario en un plazo máximo de diez días después de conocer su fallecimiento.

Un notario lee un testamento en su despacho. Foto: Freepik.
El periodo máximo para protocolizar un testamento ológrafo es de cinco años. Foto: Freepik.

Quienes incumplan el plazo serán responsables de los daños y perjuicios que provoque el retraso. Además, conviene tener en cuenta que no puede transcurrir un periodo superior a los cinco años para protocolizar el testamento.

Cuando el notario reciba el documento deberá garantizar que se trata de un texto auténtico. De no ser así, el testamento ológrafo no recibirá su autorización y no emitirá el acta de protocolización, para acabar archivando el documento.

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