Dentro de los muchos términos que juegan un papel importante en el ámbito financiero, el desfalco es uno de los más relevantes por muchos motivos. También denominado por muchas personas como apropiación indebida, se trata de un delito por el que una persona se apropia de bienes bajo su custodia para usos privados.
Algo que siempre se realiza en perjuicio del titular de dichos bienes, independientemente de que pertenezcan a un estamento público o a una persona privada. Dicho de algún modo, consiste en un delito en el que una persona en posición de confianza abusa de ella para hacerse con un bien determinado, ya sea un empleado, un administrador…
Los distintos tipos y los actores principales de un desfalco
Como resulta lógico, se trata de un delito grave tipificado en el Código Penal español, ya que puede causar un grave perjuicio económico a las víctimas, y las penas derivadas de esta actividad fluctúan en función de la gravedad del delito, que podría acabar en penas de cárcel en los casos más graves. Pero, ¿cuáles son los actores de una operación de este tipo?
Los dos actores principales en un desfalco son el agente y el dueño. El primero es la persona que comete el delito, es decir, el sujeto activo del desfalco, mientras que el segundo es la persona a la que se le roban los bienes. El ánimo de lucro es otro de los aspectos básicos de esta operación, ya que el agente siempre tiene un interés por sacar rédito económico de la operación, y el abuso de confianza es también clave en esta actividad.
Y dadas estas circunstancias, podemos diferenciar entre tres tipos de desfalcos. En primer lugar, el desfalco simple, que es el más básico, y consiste en que el agente se hace con los bienes del dueño de manera gradual y silenciosa, sin que se produzca un perjuicio inmediato para éste. Por otro lado, en el desfalco cualificado, el perjuicio no solo es inmediato, sino que tiene una gravedad muy por encima de la que tiene el primer tipo de desfalco.
Pero el más grave de todos es el tercer tipo, denominado desfalco agravado, que consiste en que el agente lo comete en un contexto en el que interviene también otro delito, como podría ser la falsificación de documentos. Por todo esto, más allá de fomentar políticas de ética y honestidad a nivel social y laboral, es importante llevar a cabo dos tareas básicas para evitar ser víctima de un desfalco.
En primer lugar, el establecimiento de controles internos adecuados se antoja fundamental para que la supervisión del manejo de los bienes y valores de una empresa o una persona común. Por otro lado, la realización de auditorías periódicas también es un aspecto imprescindible para que los encargados puedan detectar cualquier tipo de irregularidad en lo relativo a los bienes y servicios.