El término hipoteca es uno que todo el mundo conoce. O al menos, el cómputo general de ello. Pero, ¿realmente sabemos en qué consiste una hipoteca? Según la RAE, es el derecho real que grava bienes materiales sujetándolos a responder del cumplimiento de una obligación dineraria. Dicho de una forma más sencilla, es el préstamo que permite financiar la compra de un inmueble o vivienda.
Son muchos los conceptos que hay que tener en cuenta a la hora de hablar de una hipoteca, desde los más básicos hasta otros más complejos. Entre los principales, destaca el hecho de que es un préstamo concedido por una entidad financiera, con la cual, en ese mismo instante, adquirimos un acuerdo por el que estamos obligados a corresponder con los intereses. Pero los detalles van mucho más allá.
Todos los aspectos clave a tener en cuenta a la hora de adquirir una hipoteca
Se trata de un préstamo que, en algún momento de su vida, una gran mayoría de la población tendrá que contratar. Sin embargo, no existe una fórmula mágica que ofrezca la mejor hipoteca del mercado, ya que son muchos los factores que pueden determinar la rentabilidad de una hipoteca en función de otras. Sin ir más lejos, el tipo de interés es fundamental, ya que determinará el coste total del préstamo.
Por ello, destacan tres tipos de hipoteca. En primer lugar, la hipoteca fija, que es aquella en la que el tipo de interés se mantiene fijo durante todo el plazo, sin estar sujeto a ningún cambio. Por otro lado, la hipoteca variable es aquella que puede varias en función de un índice económico de referencia, como puede ser el Euribor. Y en este caso, podría resultar más cara o más barata, en función de la variabilidad de este aspecto.
Y entre medias de ambas, podemos toparnos con la hipoteca mixta, la cual combina algunas características de la hipoteca fija con otras de la variable, y es ahí donde es la persona que pide el préstamo la que negocia las bases con su entidad bancaria. Y en segundo aspecto, e igual de importante que el tipo de interés, destaca también el tipo de cuota, fundamental para determinar el coste final.
Si bien es cierto que en las hipotecas habituales la cuota se mantiene constante, al ser un aspecto que se recalcula cada año o semestre, también puede variar el coste final de la hipoteca. Entre los tipos con los que nos encontramos, destacan la cuota blindada, que a pesar de ser de interés a tipo variable, se mantiene constante durante toda la hipoteca, variando el plazo en lugar de la cuota. Si el interés aumenta, en vez de aumentar la cuota, aumenta el plazo.
Destaca también la cuota final, en la que un porcentaje de la deuda pendiente se paga en la última cuota. El resultado final demuestra que la cuota resultante es menor, pero es imprescindible tener en cuenta que, a la larga, se pagan muchos más intereses con esta cuota, ya que durante todo el plazo hipotecario se aplican intereses sobre la cuota final no amortizada.
Por último, nos topamos con la cuota creciente, en la cual la propia cuota crece un porcentaje fijo cada año, habitualmente en unas cifras que giran en torno al 1 o 2%. Una cuota con la cual se paga menos que con una constante, pero que, a partir de cierto punto, la supera y sigue creciendo anualmente en comparación con otros sistemas de cuotas.