En el ámbito económico, un derivado es un instrumento financiero cuyo valor se basa en el precio de otro activo, conocido como activo subyacente, que puede ser una acción, un bono, una divisa, una mercancía o incluso un índice financiero. En el ámbito económico, los derivados se utilizan para gestionar riesgos, ya que permiten a las empresas e inversores protegerse frente a fluctuaciones de precios, tipos de cambio o tasas de interés.
Existen varios tipos de derivados, entre los que destacan los futuros, las opciones, los swaps y los forwards. Por ejemplo, un contrato de futuros permite a un comprador adquirir un activo a un precio pactado en el presente, pero con entrega en una fecha futura, protegiéndose así de cambios adversos en el precio. Las opciones, en cambio, otorgan el derecho, pero no la obligación de comprar o vender el activo subyacente en una fecha determinada.
Aunque los derivados son útiles para cubrir riesgos, también pueden usarse para especular, lo cual incrementa el riesgo de pérdidas significativas. La falta de transparencia y la complejidad de algunos derivados jugaron un rol importante en la crisis financiera de 2008, cuando productos derivados complejos y opacos generaron pérdidas millonarias en todo el mundo.