Activos de renta variable: qué son y cuáles son sus ventajas

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En el mundo financiero, los activos de renta variable ocupan un lugar destacado debido a su potencial de crecimiento y su capacidad para diversificar carteras de inversión. Estos activos, a diferencia de los de renta fija, no garantizan un retorno específico, lo que significa que el rendimiento puede variar en función del desempeño del activo subyacente.

Comprender qué son los activos de renta variable y cómo funcionan es esencial para inversores y economistas por igual, ya que este aspecto juega un papel fundamental a todos los niveles desde el punto de vista económico. Y por eso hoy explicaremos a fondo en qué consiste el funcionamiento de este concepto.

Todo lo que debes saber respecto a los activos de renta variable

Los activos de renta variable son instrumentos financieros que representan una participación en el capital de una empresa. El ejemplo más común de activos de renta variable son las acciones. Cuando un inversor compra acciones de una empresa, adquiere una parte de la propiedad de esa empresa y, por lo tanto, participa en sus beneficios y pérdidas.

A diferencia de los activos de renta fija, como los bonos, que ofrecen pagos de intereses regulares y la devolución del capital al vencimiento, los activos de renta variable no tienen un retorno garantizado. El rendimiento de estos activos depende del desempeño financiero de la empresa, las condiciones del mercado y otros factores externos. Y precisamente por ello, podemos distinguir entre tres tipos distintos de renta variable.

El primero de ellos son las acciones ordinarias, que representan la propiedad en una empresa y dan derecho a votar en las juntas de accionistas y a recibir dividendos. Los dividendos no están garantizados y pueden variar según la rentabilidad de la empresa. Por otro lado, las acciones preferentes ofrecen a los inversores una mayor prioridad en el pago de dividendos y en la distribución de activos en caso de liquidación, aunque generalmente no tienen derecho a voto.

En tercer lugar, los fondos de inversión y ETFs son instrumentos que agrupan un conjunto de activos de renta variable, permitiendo a los inversores diversificar su inversión con una sola transacción. Los fondos de inversión son gestionados activamente, mientras que los ETFs suelen seguir un índice específico.

Entre las ventajas que ofrecen los activos de renta variable, destacan el potencial de alta rentabilidad en primer lugar, ya que, históricamente, las acciones han ofrecido mayores rendimientos a largo plazo en comparación con los activos de renta fija. Además, cumplen un papel importante en lo relativo a la participación en el crecimiento empresarial, ya que los inversores pueden beneficiarse del éxito y crecimiento de las empresas en las que invierten, recibiendo dividendos y apreciación del capital.

No obstante, este concepto también conlleva ciertos riesgos, entre los que se encuentra la volatilidad del mercado, ya que los precios de las acciones pueden fluctuar significativamente debido a factores económicos, políticos y sociales, lo que puede resultar en pérdidas para los inversores. Por otro lado, implica también un riesgo empresarial, ya que la posibilidad de que una empresa específica no rinda bien o incluso quiebre, lo que podría llevar a la pérdida total de la inversión en sus acciones.

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