Sáenz de Santamaría logra la complicidad del empresariado catalán ante la ausencia de Mas
La vicepresidenta recuerda en el acto de Foment que la estabilidad se valora “cuando se corre el riesgo de perderla”
El empresariado catalán no es homogéneo, y asiste dividido ante el proceso político que se vive en Catalunya. Pero prima su negocio particular, el acceso al crédito, la estabilidad del riesgo-país, que se traduce cada día en la prima de riesgo de la deuda pública española. Y quiere, principalmente, resolver lo que va mal, como la financiación de la administración pública catalana, que provoca el pago atrasado a los proveedores, y la falta de agilidad para operar con la Generalitat. Y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, supo lograr la complicidad de un empresariado que quiere acuerdos cuanto antes.
El acto de Foment, en la VI edición de los galardones que entrega la patronal para reconocer a los empresarios y empresas más destacadas, comenzó mal. El President Artur Mas no quiso hacer acto de presencia, por un problema de protocolo. Ante la ausencia del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que se encuentra de viaje oficial en Panamá, la primera autoridad del Gobierno español era la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, como presidenta del Ejecutivo español en funciones. Y ejerció el cargo.
Los subterfugios de Puig
Sáenz de Santamaría cerró la primera parte del acto, justo después del discurso del conseller de Empresa i Ocupació, Felip Puig, uno de los políticos más profesionales de las últimas décadas que ha dado Catalunya, muy bien recibido por los empresarios catalanes. El problema fue que Puig no quiso cambiar el guión soberanista, que defiende con convicción, aunque con mayor cintura política que la media de los consellers del Govern. Y se refirió a las posibilidades de una “nación pequeña” que ha sabido internacionalizarse y que ya vende más en los mercados globales que en el “mercado interno de proximidad”, es decir, y en otras palabras: el resto de España.
Los empresarios, que ya habían expresado en el primer intercambio de impresiones su malestar por la ausencia de Mas, “debería estar aquí, no se pueden perder estas oportunidades”, decía uno de ellos de una empresa de servicios, entendieron a Puig, pero algunos lamentaban esos subterfugios para pronunciar la palabra España, que sigue siendo el principal mercado de las empresas catalanas.
La vicepresidenta ‘españoliza’ a los empresarios catalanes
Puig no se mordió la lengua, al pedir “estructuras de estado”, para afianzar el modelo productivo, basado en las exportaciones, de Catalunya. Lo hizo después de destacar las buenas infraestructuras de Catalunya como el Puerto y el Aeropuerto de Barcelona, dos inversiones, curiosamente, negociadas y acordadas en su día por CiU con el PP de José María Aznar.
En su haber se debe recordar que Puig siempre defendió la palabra y el compromiso de los dirigentes del PP, pese al pacto que se consideró un engaño del modelo de financiación alcanzado en 2001, cuando CiU consiguió la transferencia del 30% del IRPF a las autonomías, y justo después el entonces ministro de Economía, Rodrigo Rato anunciaba una rebaja del IRPF.
Con todo, los empresarios reunidos en la noche del jueves en el majestuoso auditorio de Foment querían escuchar a Sáenz de Santamaría, que, junto con Luis de Guindos, son los dos miembros del Gobierno del PP que más valoran, lo que contrasta con la valoración del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
La vicepresidenta no los defraudó.
Aseguró que los empresarios catalanes que Puig había elogiado, no le eran ajenos, por ser también españoles, «defendemos a todos, a los de Barcelona y a los de Valladolid», y porque el Gobierno español trabaja para ellos, con las reformas económicas llevadas a cabo, y con los esfuerzos realizados para que el coste de la financiación sea menor, destacando la “situación más razonable” de la prima de riesgo en los últimos meses.
¿Cómo se mide la estabilidad?
Sáenz de Santamaría reclamó “unidad de acción”, y “responsabilidad compartida”, con una exigencia de “lealtad institucional”. Fue clara en su discurso, al reclamar acuerdos, pero lo hizo desde una posición firme, desde la convicción de que el Gobierno español está actuando como debe. “Cuando compartimos un horizonte mejoran las expectativas de todos, y la historia de España en los últimos 35 años lo demuestra”, aseguró.
Pero fue más explícita al destacar que el mundo empresarial agradece la estabilidad, y que el Gobierno trabaja para ello. Y se preguntó “cómo se mide la estabilidad”, al responder que, precisamente cuando se pierde “es cuando se valora lo importante que es”.
Juntos en la recuperación económica
Las posiciones, sin embargo, se mantienen firmes. El acto de Foment demostró que ni el Govern de la Generalitat quiere dar un paso atrás, ni el Gobierno español desea un acercamiento que implique lo que se considera como cesiones inasumibles. Sáenz de Santamaría no quiso ser ambigua y reclamó “trabajar juntos para la recuperación económica, para construir y para avanzar”.
El mensaje gustó, aunque el empresariado no salió del acto con una mayor claridad en sus ideas. “Se debe solventar la cuestión de la financiación, como algo prioritario, y después ver cómo se resuelve el tema de la consulta, pero primero la financiación”, aseguraba un directivo de una entidad financiera.
“Esto, al final, es un circo y yo lo que miro es mi cuenta de resultados, y cómo sobrevivo en el contexto mundial”, aseguraba otro de una gran empresa del sector textil.
Alierta y la empresa global
Sáenz de Santamaría tuvo un aliado de lujo en César Alierta, el presidente de Telefónica, premiado por Foment con la medalla de oro al empresario del año. La medalla a la trayectoria empresarial se entregó a Miguel A.Torres, presidente de Bodegas Torres, y la medalla de honor a título póstumo fue para Jordi Comas, que fue vicepresidente de Foment.
Alierta, precisamente, se referió a la trayectoria de Telefónica, una empresa “doméstica” española que es una de las grandes multinacionales de las telecomunicaciones. Alierta destacó las inversiones en Catalunya, 2.000 millones, o las 10.000 personas que trabajan en la comunidad, y las conexiones de fibra óptica y de 4G que se han desplegado, sin olvidar los 6,5 millones de clientes catalanes. El mensaje fue explícito: en un país grande se pueden conseguir grandes empresas globales.
Rosell pide pactos
Tras las palabras de Joaquim Gay de Montella, el presidente de Foment, y después de que Sáenz de Santamaría y todo su equipo de Moncloa y del PP abandonaran el acto –la vicepresidenta preside este viernes el consejo de ministros y debía regresar a Madrid, en ausencia de Rajoy—fue el presidente de la CEOE, Joan Rosell , quien reclamó también acuerdos.
Lo hizo Gay de Montellà, escarmentado por las divisiones iniciales que se crearon en Foment por el derecho a decidir que defiende el Govern de CiU, y lo remachó Rosell, con la idea de que los empresarios “son pactistas”.
El presidente de la CEOE reclamó que se pongan sobre la mesa todas las implicaciones del proceso independentista y que entre todos se busque una salida pactada. Es decir, más información, y más realismo en una cuestión que el empresariado querría superar cuanto antes.
Y sí, gustó Soraya, pero ahora el empresariado quiere resultados tangibles.