Puigdemont apuesta por la clandestinidad para organizar el 1-O
El gobierno catalán aplaza la compra de las urnas, centraliza todo el proceso en Puigdemont y Junqueras y se inclina por la clandestinidad
Enroque. Actividad clandestina. El gobierno catalán, que preside Carles Puigdemont, ha cambiado su estrategia, y tras una depuración interna, afronta el referéndum del 1 de octubre con la máxima cautela. Puigdemont ha aplazado, de nuevo, la compra de las urnas, aunque tenía previsto iniciar el proceso este martes con una resolución del Consell Executiu. Se trata de un paso atrás, después de demasiados “pasos al lado”, que han dejado en la estacada a los consejeros del Pdecat que ven un error buscar un enfrentamiento directo con el Gobierno español, como Jordi Jané o Neus Munté.
Con todos los consejeros ‘duros’ en el Ejecutivo, con la retirada de los ‘tibios’ al frente de los Mossos d’Esquadra, Puigdemont ha pedido que se busquen todas las posibilidades para realizar el referéndum sin necesidad de proclamar todas las medidas. Una, en todo caso, sí se adoptó este martes: la reestructuración del departamento de la vicepresidencia, para que Oriol Junqueras asuma todas las competencias de procesos electorales.
Junqueras actuará de motor, pero todas las decisiones se tomarán de forma colegiada
La apuesta es complicada. Se trata de que Junqueras actúe de motor, pero para que luego todas las decisiones se tomen con carácter colegiado. Es decir, el problema era que nadie tiraba del carro, y eso provocó el enojo de Junqueras, que ha tomado el mando, de la mano de Puigdemont, para ir, ahora sí, hacia la confrontación con el Gobierno central, sin tener en cuenta las consecuencias, o sin pensarlas por ahora.
Pero se han llegado a pensar decisiones todavía más atrevidas. Una de ellas era la de colocar al frente de los Mossos a Brauli Duart, la mano derecha de Francesc Homs, un hombre para todo. Junqueras no lo vio claro, y aunque Duart se paseó por el departamento de Interior, el elegido fue Pere Soler, alguien no tan significado, pero un ‘duro’ soberanista, como han reflejado sus comentarios en Twitter.
A partir de ahora, aunque las entidades soberanistas inicien una campaña para explicar el referéndum, y se intensifique la acción, Puigdemont y Junqueras se irán al rincón de pensar. La idea es establecer un sanedrín formado por Puigdemon, Junqueras, el consejero de Justicia, Carles Mundó, de ERC, y el nuevo consejero de Presidencia, Jordi Turull. Los cuatro asesorados, además, por el llamado estado mayor: Xavier Vendrell, exdirigente de ERC; David Madí –¿alguna vez se fue?– y el editor Oriol Soler, impulsor y fundador del diario Ara, del Grup Cultura 03, que edita revistas como Sàpiens, cercano a ERC. ¿La misión? Organizarlo todo sin que el Gobierno central pueda intervenir. Sin ofrecer ni una sola pista. Sin embargo, hay otra interpretación, y es que, como apuntan fuentes de los propios partidos, existe un alto componente de improvisación, de actuación a golpe de inspiración.
El sanedrín de Puigdemont busca cómo realizar el 1-O sin ofrecer nunguna pista
Todo ello con un peligro real para el independentismo, que algunos dirigentes han planteado en las últimas semanas. Y es que el Gobierno de Mariano Rajoy tiene una posible salida, y es asumir la competencia electoral del presidente de la Generalitat, y convocar elecciones autonómicas para el propio 1 de octubre. Esa cuestión circula en los despachos del Govern, y el delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo, no pudo eludirla y, preguntado por ello, aseguró que no se descarta. Es decir, se ha pensado en ello.
Con los Mossos d’Esquadra en el centro del debate, con una lucha por su control, el Gobierno de Puigdemont sigue anunciando actuaciones sin firmar nada.
El Gobierno tiene una carta en la manga: convocar elecciones autonómicas el 1-O
Y eso se entiende que es compatible con un discurso inflamado, que mantenga el espíritu de combate. Para ello el mejor en esa labor es Jordi Turull, alguien aparentemente serio, casi siempre con corbata, que no dudó este martes, en su estreno como portavoz del Govern, en asegurar que la Generalitat está sufriendo “un asedio por tierra, mar y aire”, y que no dará a partir de ahora ninguna facilidad al Ejecutivo de Rajoy. “Cada día se conoce un nuevo uso de las cloacas del Estado, del asedio de la Justicia, y ahora estamos en una nueva dinámica, en una nueva fase en la que somos conscientes de que se mira cualquier papel que mueva este Gobierno, y lo que está en juego es la democracia”.
Envalentonado, sin ser muy consciente de sus palabras, Turull cargó duramente contra la Fiscalía, en relación al escrito que ha realizado en la ampliación de la querella contra la consejera de Gobernación, Meritxell Borràs. “Sólo le faltaba la música del Nodo con el escrito”, afirmó.
El soberanismo sigue utilizando todas las tretas, como esos retratos de Franco
El movimiento soberanista va unido. Este martes contó con la colaboración de una entidad, República des de baix, vinculada a la CUP, que llenó de retratos de Franco diversas localidades. Con el lema “no votes”, trató de vincular una posible abstención en un referéndum que ahora mismo es difícil que se pueda celebrar, con una actitud franquista. Fue motivo de acaloradas disputas en las tertulias radiofónicas, asegurando que era una muestra de la actividad de la ultraderecha, en un día como el 18 de julio. Resulta que era todo lo contrario. Una muestra más de las tretas del independentismo, obsesionado en vincular el rechazo al referéndum con una aversión a la democracia.
El Gobierno de Mariano Rajoy sigue analizando todo con lupa. Comienza, sin embargo, a variar ligeramente el discurso, y opta por rechazar de lleno un referéndum con garantías y vinculante. Otra cosa es si el soberanismo será capaz de sacar las urnas, y promover otra especie de 9N. En ese caso, el Gobierno, ¿podría mirar otra vez para otro lado?
Todo eso está en discusión en estos momentos. Pero lo tangible, lo cierto, es que el Gobierno de Puigdemont no ha hecho absolutamente nada que comporte una firma, una responsabilidad política. Puigdemont espera. Junqueras todavía más.