Mas se enfrenta a la ‘tercera vía’ pero espera el gesto de Rajoy
El President comprueba en el Cercle d’Economia que los empresarios quieren reformas institucionales para el conjunto de España, y con Catalunya como motor
Las contradicciones. Sí, en la vida cotidiana y en los grandes proyectos políticos. El deseo de la independencia de Catalunya, pero el anhelo de una gran reforma de España que incorpore Catalunya, sin rupturas irremediables.
Eso es lo que defiende el President Artur Mas. Lo defendía hace dos años, y ahora también, aunque es cierto que con menos intensidad, y ya con un cansancio acumulado que se refleja en su rostro.
Mas, un hombre que profesionalmente creció bajo el paraguas de la familia Pujol, siempre cercano al poder de la Generalitat de CiU, que nunca fue un aferrado nacionalista, se ve a sí mismo como el primer presidente de la Generalitat que convocará un referéndum de autodeterminación. Tiene la fecha fijada, el 9 de noviembre. Y quiere cumplir con su misión.
Las explicaciones para el día después
Lo hará. Así lo transmitió este jueves en las jornadas económicas de Sitges, que organiza el Cercle d’Economia. Lo constató. “Si se aprueba una ley catalana de consultas, que se ultimará en las próximas semanas, yo convocaré la consulta para el 9 de noviembre”.
Pero, ¿y qué pasará después? Mas había preparado su intervención en el Cercle. En las primeras filas estaba su mano derecha, el conseller de Presidència, Francesc Homs, y el conseller de Economia, Andreu Mas-Colell, que, precisamente, no ha sido invitado por el Cercle en esta edición para participar en ningún debate, ni como ponente, ni como moderador.
Mas no contaba, sin embargo, con una afilada presentación del presidente del Cercle, Antón Costas, que le reclamó un debate con información, y la responsabilidad de explicar qué pasa “el día después” de una consulta, o de una declaración de independencia.
La posición del Costas y la independencia del Cercle
Costas se alargó. Se gustó. En parte porque era su primera intervención como presidente en unas jornadas de Sitges, y también porque quería defender su posición y la del lobby empresarial, que mantiene con uñas y dientes su voluntad de seguir ejerciendo de verdadera sociedad civil en Catalunya.
Costas le reclamó paciencia, le instó a que esperara una oferta del Estado, del Gobierno español, y que estaría bien que fuera una reforma constitucional que buscara la solución no sólo del problema catalán, sino de los grandes desequilibrios que muestra la democracia española después de más de 35 años de existencia. Habló de reformas, de cambios en profundidad, y de pequeñas modificaciones legislativas. Le habló de buscar un nuevo proyecto común, aprovechando la potencialidad del conjunto de España. Le habló, en definitiva, de la denostada, para los independentistas, «tercera vía».
Y Mas iba anotando en un papel las sugerencias de Costas. El cartesiano Mas quiso improvisar, porque no contaba con la crudeza de Costas, y, aunque habló de economía y del potencial de Catalunya, ya orientada en una proporción superior, incluso a Alemania, al sector exterior, se refirió sin problemas sobre su proyecto político.
Convocar la consulta, realizarla es otra cosa
El President mantiene su guión. “Catalunya está llevando a cabo un proceso único, impecable, sin violencia, democrático, y sin el acuerdo del Gobierno”, aseguró, a diferencia de Escocia, que ha llegado a un pacto con el Gobierno del Reino Unido para celebrar su consulta.
Por tanto, para el 9 de noviembre habrá una consulta convocada. Observen, una consulta convocada. ¿Y se podrá realizar? Eso es ya otra cosa. Mas de eso no quiso pronunciarse.
Mas admitió que podría ver con buenos ojos una “oferta de Estado”, compartida por los grandes partidos de ámbito estatal, por la Corona, y por las instituciones españolas. Pero “debería someterse a las urnas”, y no como sustituta de la doble pregunta que se pactó para el 9 de noviembre, sino como otra pregunta más. Y que decida “el pueblo de Catalunya”.
Los límites de Mas y la vigilancia de Esquerra
Mas, ahora mismo, “no puede hacer otra cosa”, aseguraba, en los pasillos del hotel donde se celebran las jornadas de Sitges, un empresario.
Porque ir más allá, rompería todo el guión acordado con Esquerra Republicana, el gran socio que está implicado en la operación. De hecho, los republicanos, y, en particular Oriol Junqueras, ha mostrado un cierto enojo porque Mas explica, en foros privados, que la consulta no se podrá realizar, y que habrá que pensar en unas elecciones anticipadas.
Con ello, se debilita la propuesta. Así que Mas no se moverá sobre la convocatoria del referéndum, esperando en los meses que quedan algún gesto del Gobierno de Mariano Rajoy.
¿Llegará ese gesto, se decidirá Rajoy en el último momento? Eso es lo que sigue desconcertando al President Mas, que orquestó un proceso soberanista, empujado también por una parte de la sociedad catalana, con la voluntad de forzar un acuerdo que sigue sin llegar.
Y lo que ha ocurrido es que ahora mismo ya no lo controla.