La ciencia española pierde un año
El Ministerio de Economía convoca la financiación a los proyectos de investigación con once meses de retraso
El pasado miércoles 6 de noviembre, y con prácticamente 11 meses de retraso, el Ministerio de Economía y Competitividad publicó en el BOE la convocatoria de subvenciones del nuevo Plan Estatal de I D i, dotado con 382 millones de euros, 120 de los cuales corresponden a fondos FEDER. La convocatoria del Plan, con una cuantía ligeramente superior a la del año precedente, corresponde a 2013 y difícilmente los grupos de investigación seleccionados recibirán el dinero antes de la primavera de 2014.
De este modo, además de los recortes acumulados en los últimos años, y que alcanzan el 40% con respecto al momento más álgido, antes de 2010, el sistema español de ciencia y tecnología va a perder un año de financiación pública, a no ser que se aceleren los plazos de resolución de las ayudas y la próxima convocatoria se publique en tiempo y en forma.
Excelencia y retos
Por primera vez, la convocatoria de fondos públicos, que sustituye al Plan Nacional, se divide en dos categorías. La primera, bajo el epígrafe de I D de Excelencia, dispone de 145 millones de euros, mientras que la segunda, llamada Retos de Investigación orientada a cubrir áreas estratégicas de investigación predefinidas, cuenta con los 267 restantes. La última convocatoria, publicada en 2011, permitió la financiación de algo más de 3.000 proyectos.
La diferenciación de programas de financiación responde a la iniciativa gubernamental diseñada desde la Secretaría de Estado de I D i dirigida por Carmen Vela con el objetivo de premiar ciencia altamente competitiva y aquella que se rige por objetivos predeterminados como la biomedicina o la nanotecnología, ambas consideradas de alto valor estratégico.
Aunque la Secretaría de Estado insiste en que de lo que se trata es de promover la mejor investigación posible, la convocatoria ha levantado voces críticas. En un sistema tan depauperado económicamente, podría darse el caso de que el dinero disponible recalara únicamente en los proyectos evaluados con mejor nota. El problema, dicen los críticos con el nuevo Plan Estatal, no es tanto premiar a los mejores, como tener que superar una nota de corte excesivamente alta y establecer los criterios de acceso. Poco a poco, señalan, se irán reduciendo el número de centros y proyectos con financiación y se cortará el “imprescindible” suministro de “ideas nuevas” y la entrada de jóvenes investigadores en el sistema, lo cual sería contraproducente para su correcta evolución.
Darwin, innovación y el Medioevo
Los temores de la comunidad científica tienen su razón de ser. Al amparo de la crisis económica y los sucesivos recortes, dos fenómenos especialmente graves para cualquier sistema de ciencia y tecnología han ido emergiendo en paralelo. Al huir explícitamente del “café para todos”, se ha tendido a excluir de la financiación a grupos y líneas situados en los niveles inferiores de la pirámide que compone la empresa científica. Al reducir la base, el sistema mengua y no hay reposición de talento y no se da cabida a líneas emergentes. El efecto Darwin, de selección, se impone con toda su crudeza.
Por otro lado, la incorporación del término innovación, si se rige sólo por criterios de oportunidad económica, agrava el fenómeno y se contradice claramente con la tendencia iniciada en Europa de promocionar el conocimiento. Es esta una línea que corrige la desviación observada hasta ahora en los sucesivos Programas Marco europeos, entestados como estaban en dar alas casi en exclusiva a la ciencia orientada y aplicada.
Semejante selectividad obliga, según una parte de la comunidad científica, a recluirse a la espera de “tiempos mejores”. Se trata de resistir. Y una forma de hacerlo es blindar tanto como sea posible los centros más punteros a semejanza del proteccionismo de abadías y monasterios medievales, los grandes centros del saber de la época. Un seguro de vida para la élite pero absolutamente ineficaz para construir y mantener un sistema.