El día que Artur Mas no fue Tarradellas
El president busca ahora una salida electoral y seguir el camino soberanista tras el no de Rajoy
“Esto no ha ido bien”. “Ha ido maravillosamente bien”. Un dirigente honesto. Un político de talla. Son las dos respuestas de Artur Mas y de Josep Tarradellas después de dos importantes entrevistas.
Mas ha dejado claro que se ha encontrado con un muro frente al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la Moncloa, en su intento de negociar el pacto fiscal.
En el caso de Tarradellas, el viejo político republicano en el exilio mintió, y aseguró, tras su reunión con el presidente Adolfo Suárez, en junio de 1977, que se abrían todas las posibilidades y que seguiría hablando con el jefe del Ejecutivo español para asegurar la transición a la democracia y la recuperación de la Generalitat.
Mas conoce perfectamente la anécdota, pero no ha querido repetir el gesto de Tarradellas, que ha pasado a la historia, pese a todos sus defectos, como un hombre de Estado, o, en todo caso, como un político de talla, con cintura política para “vender” como victorias las contrariedades o las derrotas.
El president de la Generalitat no ha querido ser Tarradellas, el día que, tal vez, puede suponer el inicio de un cambio de gran trascendencia en las relaciones entre Catalunya y España. Y no lo ha querido ser porque Mas no es un político al uso. Su hermetismo tiene mucho que ver con su propia idea de la vida: la honestidad siempre debe ir por delante. Y si Rajoy se opone al pacto fiscal, se toma nota y se sigue el camino trazado.
Con la UE y el euro
Pero esa determinación, puede crearle un problema serio. Desde la entrevista con Rajoy, Mas se compromete con un proyecto, que sigue encubriendo con el eufemismo de “crear estructuras de Estado para Catalunya”, sin llamarlo todavía ‘independencia’.
Mas ha querido ser prudente, pero sus palabras no dan pie, tampoco, a muchas interpretaciones. “Nuestro marco natural es la Unión Europa y el euro”, ha afirmado, y en el futuro Catalunya buscará mantener los puentes con España, ya sea “dentro o con” el Estado español. Es decir, quiere una relación diferente a la actual.
El presidente catalán es otro, es un neo-independentista claro, desde el momento en el que apoya la manifestación independentista de la Diada. No sólo la respeta, como no puede ser de otra manera, sino que la alienta, aunque no asista.
Y en Madrid, desde la sede del Govern de la Generalitat en la calle Alcalá, constata que “no se puede obviar y dejar de lado” una manifestación que fue masiva.
Con los empresarios, hasta el final
Otra prueba diáfana. Mas responde que, ante el empresariado, ante las súplicas y ruegos para que defienda y negocie hasta el último minuto el pacto fiscal para no tener que iniciar otras vías, él les ha hecho caso también desde el primer minuto. Pero todos los intentos, según Mas -aunque todos los implicados en el asunto asumían que el Gobierno central no tiene en estos momentos ningún margen de maniobra, con presiones añadidas además de entidades tan importantes como el BBVA que le piden a Rajoy que se acoja cuanto antes al rescate de España que le brindan las instituciones europeas y el FMI- se han agotado, sin disponer ya de otras posibilidades.
En el mismo momento, además, en el que Mas iba asumiendo y desgranando que iniciará un nuevo proyecto para Catalunya desde Madrid, las redes sociales explotaban de alegría.
Concentración en la plaza Sant Jaume
La militancia nacionalista, los círculos soberanistas, aplaudían a Mas y le definían como un “hombre de estado”, hasta el punto de que miembros de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) -las mismas siglas, por cierto del partido de Nelson Mandela en Sudáfrica- convocaban a los independentistas a una concentración frente al Palau de la Generalitat en la Plaça Sant Jaume, para recibir a Mas, que volvía de Madrid.
Esa presión se mantendrá. Y Mas lo sabe.
Pero el president quiere ahora ganar unos días. Se compromete a tomar una decisión en breve coincidiendo con el debate de política general en el Parlament que se inicia el próximo martes. La idea es convocar elecciones, previsiblemente en noviembre.
El factor 21-O
Hay otra circunstancia que el Gobierno español conoce a la perfección, pero, en todo caso, no ha sabido neutralizar. Si Mas convoca elecciones en noviembre, ya conocerá los resultados electorales del 21 de octubre, en Galicia y en el País Vasco. Los resultados de los comicios vascos, en los que el PNV y Bildu aparecerán, con toda seguridad, como los vencedores, agravarán la situación para el Gobierno español. Y ofrecerán alas a los nacionalistas catalanes.
Todo ello alimenta un discurso soberanista, que Mas puede tratar de reorientar o de aprovechar.
En cualquier caso, hay que recordar que Mas no es Tarradellas, ni Pujol. Es un hombre cartesiano. No quiere engañar a nadie. A Rajoy no le ha engañado. El problema será si los que se manifestaron en la Diada se sienten o no engañados en poco tiempo, frente al perplejo empresariado catalán, que sigue pensando que todo esto “se le ha ido de las manos” al president.