«El capitalismo se muere, llega la economÃa del valor humano»
Boada, autor de La Senectud del capitalismo, cree que se debe apostar por los valores y las capacidades humanas para pasar del crecimiento del PIB al desarrollo
Lluís Boada mira fijamente, y sonríe, pero es una sonrisa a medias. Considera que vivimos en una encrucijada, y que dependerá de los jóvenes, de sus decisiones, de su capacidad para impulsar cambios profundos. Pero no tiene dudas de que “el capitalismo se muere, llega la economía del valor humano”.
Sin embargo, este economista, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de París y en Humanidades por la Pompeu Fabra, advierte de que todo puede empeorar, y que la “divinización de lo tecnológico” puede conducir a una sociedad con menos libertades, más hostil a lo que a él más le interesa: el ser humano.
Boada acaba de publicar La senectud del capitalismo, en ED Libros, un trabajo en el que se dirige a los jóvenes, con un estilo directo, asequible, de igual a igual. Y se explica. En una entrevista con Economía Digital, Lluís Boada considera que “el paso que se debe dar es pasar del crecimiento del PIB al desarrollo”, y que eso implica que el ser humano sea consciente de sus capacidades, de que se puede ser más rico si se es dueño del tiempo, si existe un apego personal con el trabajo que se realiza.
Este economista, que ha estudiado Morfología del Sistema Locomotor Humano en la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Río de Janeiro, –algo fundamental para su teoría económica—no rechaza la economía de mercado, pero sí sus excesos, y la excesiva predilección por la tecnología.
Se debe pasar del crecimiento del PIB al desarrollo, potenciando los valores humanos
“No se trata, en absoluto, de frenar el desarrollo científico y técnico sino de interactuar con él alentándolo con los valores perennes y fértiles del humanismo y abrazándolo democráticamente con unas estructuras sociales de constitución libre y de propósitos justos donde pueda dar sus mejores frutos. Creo que esta es una vía posible y plausible de superación del capitalismo: impregnando de humanidad aquellas fuerzas que Marx llamó productivas y yo llamo poéticas. Son ellas las que siempre acaban dando forma a lo mejor de nuestros mundos”, asegura.
Lo que quiere difundir Boada, cuando se le pregunta que esa apuesta puede obedecer a una especie de resignación, porque el capitalismo está dejando a mucha gente fuera del modelo productivo, es que lo peor que le puede suceder al ser humano –y ya le ha pasado—es que se cree un abismo entre el trabajo y la persona. Enlaza con el trabajo del sociólogo Richard Sennet, cuando describe en La corrosión del carácter, cómo el trabajo de un panadero se ha convertido sólo en presionar diferentes botones de una máquina, perdiendo el orgullo por su profesión. “Los campesinos aguantaban largas jornadas de duro trabajo, pero tenían una mirada abierta, orgullosa, porque realizaban algo para ellos, en un entorno propio, natural”, explica Boada.
La divinización de lo tecnológico puede conducir a una sociedad con menos libertades
¿Es una apuesta por la regresión? Boada lo que defiende, siempre apelando a los jóvenes, es que se sepa ver más allá del crecimiento del PIB. “En Finlandia lo han entendido, y los mejores salarios son para los profesores, y eso también se refleja, si se ve así, en el PIB, pero principalmente quiere decir que se apuesta por la formación, por transmitir valores a los jóvenes”, replica este economista, con aires de sabio despistado, pero con verbo propio de un ilustrado de la Encyclopédie.
Boada advierte de ciertos fenómenos, que pueden alentar o frustrar el cambio que necesita el capitalismo, “que ha caído en la financiarización de la economía”. En el libro lo detalla, pero la idea central es que “se ha pasado de una concentración en el mundo laboral, si pensamos en los trabajadores de las fábricas, a una dispersión total, a una individualización en la que todos están pendientes de su red social, a través de la tecnología. Y, en paralelo, el poder capitalista se ha ido concentrando, más y más”.
Ante eso, la visión optimista de Boada es que esos jóvenes, que ya no gozan de las oportunidades de sus padres, –en Occidente, pero también son víctimas los jóvenes del resto de planeta, que son contratados con ofertas más baratas—se pueden organizar gracias también a esas tecnologías. Y que pueden poner en pie alternativas que superen la “explotación” capitalista.
Lluís Boada no engaña. Reclama que se busque una alternativa, que ve llegar, pero que tardará. “Las cosas se mueren, tienen ciclos, pero no pasa de un día para otro. Es un proceso y en esto estamos, con unos límites clarísimos del capitalismo”.
Su idea, presente en todo el libro, La senectud del capitalismo, la toma de un futbolista del Atlético de Madrid, Dirceu, que se quejaba de la poca calidad técnica de sus compañeros de equipo. “Paso balones y me devuelven sandías”, decía. “Se trata de mejorar esos balones, de superar lo que recibimos, de hacerlo más humano, más acorde a nuestras necesidades humanas, a nuestra alma”, concluye Boada.