Tres genios del emprendimiento espaƱol incendian Londres con infraempleos
El trĆo de jĆ³venes que triunfa con Jinn, una aplicaciĆ³n de reparto a domicilio, sufre una revuelta de repartidores a los que retribuyen con tarjetas prepago

Los fundadores de Jinn, los jĆ³venes triunfadores que salieron EspaƱa para comerse al mundo con Jinn App, una aplicaciĆ³n de reparto de mercancĆa a domicilio, han incendiado Londres por las condiciones laborales a las que someten a los repartidores.
Los fundadores de Jinn (genio, en Ć”rabe) cautivaron a los fondos inversores con su talento y habilidades al recibir mĆ”s de 6,5 millones de euros en una sola ronda de inversiĆ³n el aƱo pasado. El fondo espaƱol Samaipata, del fundador de La nevera roja, JosĆ© Del Barrio, inyectĆ³ los millones confiando en la capacidad del equipo y las potencialidades del negocio.
Pero el Ć©xito financiero se ha topado con la realidad de la calle. Un grupo de trabajadores rodeĆ³ de forma intimidatoria a LeĆ³n Herrera SĆ”ez-Benito, uno de los tres fundadores, en la entrada de sus oficinas en la City. Le reclamaron las rebajas de tarifas y los retrasos en los pagos. Los repartidores, en su mayorĆa inmigrantes, reprochan que la cadena los trata como esclavos y les recorta las condiciones de forma retroactiva.
Herrera, graduado con los otros cofundadores de la universidad de Richmond, escuchaba, circunspecto, los gritos y los reclamos de una veintena de repartidores. Sin dejar de mascar chicle, dijo que su empresa siempre habĆa pagado de forma puntual y amenazĆ³ con llamar a la policĆa.
Pero el video, publicado en Youtube, desvela el momento en el que Herrera SĆ”ez-Benito saca las tarjetas prepago con las que la empresa retribuye a los repartidores. Este tipo de tarjetas son utilizadas por las empresas que mantienen a inmigrantes en plantilla sin documentaciĆ³n para abrir una cuenta bancaria. Es decir, a āsin papelesā. Es el lado oscuro del triunfo de Jinn y, por extensiĆ³n, de la nueva economĆa que ya ha dejado otros escĆ”ndalos como la huelga en Deliveroo.
Los repartidores de Jinn en Londres se quejan por infrasalarios y recortes con carƔcter retroactivo
Los trabajadores de Jinn, ahora sin salario base garantizado, pueden llegar a cobrar apenas 1,75 libras (unos 2 euros) la hora, una cantidad Ćnfima en Londres y muy por debajo del salario mĆnimo legal en Reino Unido (1.396 euros al mes). El escĆ”ndalo ha llegado a las pĆ”ginas de The Guardian y Business Insider.
Este diario contactĆ³ con la empresa por varias vĆas para la elaboraciĆ³n del reportaje, pero no recibiĆ³ respuesta.
Los conflictos llegan a EspaƱa
El exitoso modelo de negocio, liderado por el joven Mario Navarro, fue desarrollado por el trĆo elogiado en el mundo emprendedor. Uno de ellos, Joseba Mendivil, ha explicado que la idea inicial era llevar cualquier cosa a casa: desde unos auriculares hasta cualquier capricho diario. Pero, para su propia sorpresa, la comida de Mc Donaldās terminĆ³ siendo lo mĆ”s demandado y asĆ la compaƱĆa se ha convertido en un competidor mĆ”s de empresas como Deliveroo o Glovo.
Entonces, el modelo de negocio terminĆ³ adquiriendo una forma completamente diferente a la prevista. Jinn no tiene acuerdo con restaurantes y ningĆŗn local les otorga comisiones. El pago lo asume, de forma Ćntegra, el consumidor, segĆŗn explican fuentes cercanas a la compaƱĆa. AsĆ, un ceviche en un restaurante Ć©tnico en Madrid de 10 euros puede costar en Jinn 19 euros, por los gastos de envĆo.
āRepartĆan nuestra comida usando nuestros logos. Vienen a comprar como particulares y luego lo llevan a casa del cliente. El problema es que al no tener personal o estructura suficiente, la comida llega frĆa y los clientes nos reclamaban a nosotros. Nos quejamos, le dimos un ultimĆ”tum y retiraron nuestros logosā, explica un empresario de la restauraciĆ³n.
Los restaurantes hablan de Jinn: Ā«Al no tener estructura suficiente, la comida llega frĆa y los clientes nos reclaman a nosotrosĀ»
Varias compaƱĆas se han quejado por el mismo motivo. Mc Donaldās ha confirmado a este diario que obligĆ³ a Jinn a retirar sus logos en su pĆ”gina web, dado que no tienen ningĆŗn tipo de acuerdo comercial. āLo hicimos para evitar la confusiĆ³n del consumidorā, explican desde la multinacional.
Las quejas por la comida retrasada o que nunca llega no cesa. Las cuentas en las redes sociales de la compaƱĆa estĆ”n llenas de mensajes de consumidores airados. En el mundo emprendedor, algunos inversores consultados por este diario no terminan de entender las cualidades excepcionales que el mercado ha otorgado a este proyecto.
āEs la tĆpica empresa Me too (yo tambiĆ©n). Es decir, la copia de modelos comerciales ya existentes sin ningĆŗn aporte originalā, explica un inversor que pidiĆ³ mantener su nombre en el anonimato. āSus fundadores tienen fama de talentosos, pero tal vez su juventud los ha llevado a buscar resultados rĆ”pidos a costa de comportamientos poco Ć©ticos o reprochables. Aunque tal vez hay algo que yo no vea y que ha hecho que gente del sector meta tanto dinero allĆā, aƱade.
Los emprendedores se defienden. Aseguran que los conductores no son sus empleados ni estĆ”n obligados a aceptar sus pedidos. La excusa, similar a la de Deliveroo, no tiene demasiado calado y corroe la imagen de la empresa espaƱola que volĆ³ alto para conquistar Reino Unido pero que parece haberse estrellado contra su propia avaricia.