Santi Vila: un liberal en el palacio etrusco
El consejero de Territorio y Sostenibilidad es un amante de los toros 'de tapadillo', está bien considerado por el empresariado catalán y ha descubierto en el Presupuesto del Estado de 2014 que su acercamiento con la ministra de Fomento no era tan 'próximo' como creía
El Pati dels Tarongers nunca huele a azahar. Sus paredes conservan una solidez de siglos y, en su interior, se hace un poco extraño celebrar reuniones de Govern con un presupuesto eternamente prorrogado por culpa de Madrid. Santi Vila, el consejero de Territori i Sostenibilitat, un profesor de historia y fundador de la agrupación de scouts Xiprers al vent, cree haber ganado la batalla prosaica de la disposición adicional tercera del Estatut. Pero no. Los números de Montoro le devuelven a la dura realidad: no habrá instalación ferroviaria en el Puerto de Barcelona y tampoco avanzará el corredor mediterráneo, (“la conducción natural intuida en la Via Augusta romana y augurada como estratégica por el Banco Mundial, que cuenta hoy con sólidos aliados, incluso españoles”, escribió Vila en su bloc, en febrero de este año). Sin embargo, su euforia primeriza recibe ahora un varapalo. La inversión del Estado sufre un nuevo recorte; esta vez del 25%.
Vila comparte Govern con estrategas de empaque, como Mascarell o Mas-Colell, pero soporta las mediocridades insólitas de la federación nacionalista. Su entendimiento con la ministra de Fomento, Ana Pastor, ha sido desmentido por los hechos. El titular de Territori es el preferido del mundo empresarial, el consejero ejemplar por su capacidad de pacto con Madrid a la espera de que madure la Tercera Vía de Duran Lleida, un concepto trasnochado, originario de Bandung (Castro-Násser-Nehru), reiterado no hace tanto por Tony Blair y Anthony Giddens. Pero los puentes de Vila se han venido abajo. Solo le consuela la rebaja de los peajes. Pero la rebaja, celebrada prematuramente por los usuarios, no ha sido idea suya. Se la ha brindado la misma concesionaria Abertis, una empresa encajonada en un modelo viario que construye autopistas de pago paralelas a las carreteras gratuitas. Con un resultado conocido: los túneles de Sitges van vacíos mientras el tránsito se concentra en las cien curvas del macizo de El Garraf. Y así seguirá porque la generosidad repentina de Francisco Reynés (consejero delegado de Abertis), se intuye limitada.
Vila es el preferido; el político de moda en el mundo económico. Proclama el ideal noucentista de la Catalunya-ciutat, el deseo resumido por Joan Vallès i Pujals (“cap poble sense camí, sense telèfon, sense llum elèctrica, sense aigua potable”), en el malogrado plan de obras públicas de 1935. El humanismo encaja mejor de lo que parece en las cuentas de resultados; poetiza la dureza del día a día. Como historiador, Vila profundizó en el pensamiento católico conservador del sacerdote Félix Sardà i Salvany (fallecido en 1916), propagandista católico y autor del famoso libelo titulado El liberalismo es pecado. En uno de sus trabajos, el conseller considera que Sardà resumió la compatibilidad entre el antiliberalismo político radical y la capacidad de sumarse a la fe a través de la movilización, la propaganda y el impulso de nuevos espacios de sociabilidad. En fin, una glosa crítica de algo que podría parecerse (por su supremo nacional-cristianismo) a la Crida de Àngel Colom, pero menos tribal, pasado por el tamiz erudito de Vila, ganador del Premio de Ensayo Joan Fuster y ex alcalde de Figueres (Girona).
En su ámbito ciudadano, la brisa hace parpadear a las buganvillas. Hay patios de limoneros, columnas de palmeras y cipreses junto a las puertas. Las masías de muy a dentro todavía tienen camas con baldaquín y braseros bajo las mesas-camilla. La Girona “gris i negra”, definida en 1972 por Narcís-Jordi Aragó, es antigua; revisitable como la piedra caliza de sus balcones. Pero Vila no sufre por sus ancestros. Hoy el problema está en el sur. Viene de las Tierras del Ebro, una reserva de la biosfera, cuyo litoral se encuentra amenazado por los terremotos provocados por el proyecto Castor, un almacén de gas natural submarino propiedad de ACS, la constructora de Florentino Pérez. La memoria colectiva descrita por Artur Bladé, el escritor de Benissanet, y detallada por Montcada en Camí de sirga, sufre una herida en el subsuelo; 370.000 hectáreas y casi 200.000 personas entre Baix Ebre, Montsià, Terra Alta y Ribera d’Ebre.
Vila es un taurino tapado. Está contra la prohibición de las corridas, y el pasado julio acudió a Ceret (Francia) para disfrutar de la fiesta con matadores de gorro frigio y paseíllo a ritmo de Segadors. Gravita sobre el compromiso. Fundó la plataforma Convergais (apaludida por Mas y el alcalde Xavier Trias) y es una referencia en el mapa europeo del poder rosa, junto a personalidades como el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, el francés Bertrand Delanoë o el británico Nick Herbert, ministro de Cameron. Es partidario de erradicar las “urgencias adolescentes” del independentismo, en clara alusión a Carme Forcadell, presidenta de la ANC y, paralelamente, abraza la virtud social de un liberal confeso. Tiene otro tipo de prisa: quiere cuanto antes el “fin de la recesión y la creación de empleo”. Es un regeneracionista del tercer peldaño. Persigue la huella de artistas como Jujol, Tapies o Sert; de políticos como Cambó, Pujol o Maragall y también de médicos como Trueta o Barraquer. Pertenece por vocación a la Catalunya que “pretende brillar en el concierto de las naciones”, la que proclamó el inolvidable Ramon Trias Fargas, yendo al grano y sin pensar en sujetos de derecho.
Le interesa el cómo más que el qué. Rivalizó con Lluís Recoder para convertirse en el delfín de Artur Mas. Dicen que se aburre en las deliberaciones de la política engolada. En su Departamento, Territori i Sostenibilitat, la disposición adicional incumplida por parte de España es una corona de espinas. Él mantiene la calma; da el pego dentro del recinto etrusco en que se ha convertido el Palau de la Generalitat.